BAILE Y COCHINO.-
Por: Horacio Cárdenas.-
Decía el célebre Pepe Marroquín, que si algo valdría la pena en este mundo, sería estar presente, como mirón de palo o como participante, en los juegos de póker que una noche sí y la otra también, se han de organizar en sitios tan selectos como el Centro Federal de Readaptación Social de El Altiplano o el de Puente Grande. Usted sabe, en esos momentos en que comienza a calar el frillito, cuando se abren las rejas, se apagan las cámaras de seguridad que no lo dejan a uno ni de día ni de noche, cuando los guardias se hacen de la vista gorda a cambio de una corta que no debe serlo tanto, es en esos instantes cuando las partidas de cartas deben rebasar con mucho, pero con muchísimo lo de las mesas de millón de dólares de los casinos de Atlantic City, de Las Vegas o de Montecarlo.
Allí te va mi rancho de mil hectáreas en producción de mota en Badiraguato, diría uno; va mi sistema de túneles de Ojinaga; pago tu cuadra de caballos pura sangre ganadores del Derby de Kentucky; doble con mi lista de jueces, funcionarios, comandantes y policías a sueldo; va mi ruta de Medellín a Durango y a los Ángeles; pago tus submarinos y va mi flota de aviones capaces de evadir el radar…esas sí que son apuestas, y no vaciladas. Lo que ocurra solo puede uno imaginárselo, a menos claro, que alguien tenga la fortuna o el historial como para justificar su asiento en tan selectas mesas de juego.
Nadie, pero nadie jamás en la historia de la justicia a la mexicana, ha deseado estar, por su propia voluntad, como interno de un penal federal, de esos que se equiparan en las películas gringas, a las cárceles de alta seguridad. Bueno, la única excepción es cuando a los cabecillas de los cárteles se les empiezan a poner las cosas de color de hormiga negra, no con los policías y soldados que andan tras ellos, sino con sus colegas o competidores, que los han marcado para abandonar este mundo y ese negocio por la vía de la contaminación por plomo encapsulado. Es entonces cuando negocian una entrega a la autoridad y pasar una temporadita en un sitio donde no los alcance ningún traidor o ningún traicionado. Estos cuates ven Puente Grande como una casa de seguridad que les sale gratis, pero para el resto de los delincuentes, sobre todo para los de cuello verde o de cuello blanco, es algo así como la muerte en vida.
Bueno, pues Alejandro Gutiérrez Gutiérrez, empresario de los más altos vuelos en la industria de la aviación, minero de abolengo, mejor dicho concesionario de lotes de minas para darle su verdadera jerarquía, político por los genes y uno de los consentidos del actual régimen priísta, de eso está pidiendo su limosna: que lo trasladen de un penal estatal, el pulguiento de la capital de Chihuahua, a uno federal, en una jugada que parece desesperada no solamente de su parte, sino de la de sus abogados defensores y hasta del gobierno federal, que si algo tienen como interés prioritario, es quitárselo de las manos a Javier Corral Jurado, a su fiscal y a sus agentes, que si han ejercido contra La Coneja una millonésima de la tortura física, emocional y sicológica que les atribuyen, ha de estar a punto de quebrarse como los meros machos. De allí el interés de arrancarlo de sus garras y ponerlo en un penal donde, una de dos o las dos: donde se le pueda proteger, o la otra, donde no pueda regar el tepache y alguien que lo oiga pueda utilizar esa información privilegiadísima y de primera pata de conejo, contra el sistema político, donde cualquier revelación sustanciada podría poner en jaque al gobierno de Enrique Peña Nieto y hacer tambalear la de por sí vacilante campaña del “Resolvido” José Antonio Meade Kuribreña.
Fíjese de lo que estamos hablando, un penal de seguridad media, del fuero común, no tiene ni con mucho las características restrictivas de uno de alta seguridad, del fuero federal. A lo mejor Alejandro, en su desesperanza y desesperación, está tratando de colgarse del proverbial clavo ardiendo, sin saber bien a bien lo que sería estar vigilado las veinticuatro horas del día e incomunicado las mismas, sin más compañía que el aire de su celda. O a lo mejor es que se siente con los tamaños como para aportar su capital en la citada mesa de póker: allí te va mi rancho ganadero en Guerrero, Coahuila, ¿Dónde?, en Guerrero, pegadito a la frontera, con pista de aterrizaje autorizada por el Ejército, ¿juega?, ahí te va mi mina, ahí te va mi lista de gobernadores embarrados en la triangulación de recursos del PRI, o mejor, mi lista de funcionarios federales que la sabían y la autorizaron…
El domingo salió Renato Sales Heredia, para más señas obscenas Comisionado Nacional de Seguridad, que quien sabe que pitos toca en este danzón, con otra de esas increíbles, que fue la fiscalía del estado de Chihuahua la que solicitó el traslado de Alejandro Gutiérrez del penal estatal de Chihuahua al CEFERESO de Ciudad Juárez… ¿O sea que primero dieron el espectacular golpe de mano de detenerlo y embotellarlo, para luego de tener conejita tal delicada en sus manos, arrugarse toditos y querer pasársela a la federación?, eso no se lo traga nadie… y menos sin la justificación documentada judicialmente de que se trata de un delito federal, a menos que ocurriera cualquiera de estos supuestos: uno, que a Alejandro ya le exprimieron todo lo que podían exprimirle, que lo firmó y puso la huella de su pata de coneja; que teniendo los pelos de la coneja en la mano, hablando del caso de la triangulación de recursos públicos para financiar campañas políticas a favor del PRI, forzarían la mano de la federación, si a esta se le ocurre liberarlo, aminorar la supervisión o si se les escapa brincando la barda del penal de alta seguridad o cavando un túnel como los de Bugs Bunny, la última es que en el camino quieran desaparecer a La Coneja, pero esto es impensable, pues el sistema político priísta hace mucho que no usa estas prácticas gangsteriles, ¿verdad?
Total que en los próximos días a lo mejor Alejandro Gutiérrez cambia de aires a petición propia o de quien sabe quien. Le recomendamos se lleve sus propios naipes, por aquello de que los otros jugadores que se sientan a jugar al poker son unos verdaderos delincuentes…
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