LA QUIMERA DE PEP.-
Escribe JL Cuevas.-
441 años ha cumplido Saltillo. Una urbe en crecimiento que cada vez que llueve nos recuerda cuáles son las cadenas que le frenan el desarrollo, no el industrial, sino el social. Está clara la vocación técnica de la economía sarapera, una ventaja competitiva que le ha permitido destacar en el mundo de las regiones en vías de desarrollo que se suman a la lucha por atraer la famosa IED (inversión extranjera directa) que les libre del complejo reto que representa la generación de empleo; y es cierto, estas industrias mantienen el mercado laboral a costa de salarios bajos y largas jornadas de trabajo.
Esta, la ciudad amurallada por las montañas azules en el oriente y por los cerros terrosos al sur poniente, se ha caracterizado por el béisbol, un deporte que resiste a pesar del crecimiento de otras disciplinas. También las carreras, esas competencias que se asemejan más a un interminable desfile, no sólo sobreviven sino que crecen a un ritmo acelerado. No hay día de la semana en que se ausenten de los parques, de las plazas o de las calles, sobre todo cuando el col cesa durante el verano, aunque no faltan los temerarios que se aventuran a correr bajo su abrazante calor; ese calor que en el invierno se convierte en el único bálsamo capaz de mitigar las heladas rachas de viento o las perpetuas lluvias que congelan.
La ciudad en la que se cuentan los suicidios debido a la alta incidencia con que este problema se presenta, la ciudad de las largas depresiones, en donde sus calles nos recuerdan a los amores y desamores. La nostalgia está a cada palmo del centro histórico, ese mismo que tiene eventos cultural a cuenta gotas pero que, al presentarse alguno, luce sus mejores galas y se presenta a la cita a destiempo. La impuntualidad también es recurrente –no en todos-, supongo que debe ser por el tiempo que toman los traslados, 30 minutos en promedio ha de tomar cruzar la ciudad; eso hace que nos confiemos de llegar pronto. Lo más cómodo ha sido siempre moverse en coche, la infraestructura siempre ha estado pensada en ello, pero debe preocuparnos, estamos creciendo como urbe y cada vez tenemos más tráfico y más contaminación. Los proyectos de modernizar el transporte público se quedan en promesas, como diría el buen Jorge Ibargüengoitia en Los Relámpagos de Agosto “[…] Juan era un candidato perfecto, tenía una promesa para cada gente y nunca lo oí repetirse… ni lo vi cumplir ninguna, por cierto.” Pero mientras el transporte privado continúe siendo un gran negocio, difícilmente tendremos avances concretos en materia del transporte público.
Esta ciudad, a todas luces hermosa, todos los días la amo y todos los días juro abandonarla. En la que, según me contó un gran maestro, de lunes a viernes se viste cómodo y los fines de semana elegante, la antítesis de la ciudad de México. Esta localidad en la que entendemos la diferencia entre “hace frío” y “está fresco el clima”.
441 y contando.
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