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Los peligrosísimos profesores

BAILE Y COCHINO.-

Por: Horacio Cárdenas.-


teachers4Tristeza, preocupación, un poquito o no tan poquito de miedo, fue lo que sintió mucha gente cuando el jueves pasado vio durante todo el día el Palacio del Congreso literalmente sitiado por elementos de Fuerza Coahuila apertrechados con equipo antimotines, prevenidos y dispuestos a enfrentar cualquier cosa que pudiera ocurrir.

Tal despliegue de personal policíaco, concretamente de una corporación que se ha hecho temer y odiar, diferente de respetar, del pueblo de Coahuila al que declaradamente juran proteger y servir, dejó un muy mal sabor de boca en quienes pasaron por allí, y más, hizo pensar a más de uno que el asunto que motivó que los agentes salieran de sus destacamentos o abandonaran sus rondines de vigilancia, es algo realmente gordo, algo que hace temblar a la autoridad, al grado de obligarla a dar esa triste imagen ante los ciudadanos.

A nosotros lo que hace es recordarnos aquella frase de Heinrich Heine, que terminó convirtiéndose en profética: “allí donde se queman libros, se acaba por quemar hombres” unos setenta años después de su fallecimiento allí mismo en su propio país, donde los miembros del Partido Nacional Socialista comenzó por quemar los libros que sacaban de las tiendas y casas de los judíos, y terminó con quemar gente por millones en los campos de concentración durante la dictadura de Adolfo Hitler.

¿Le parece que estamos exagerando, llevando las cosas más allá de lo que realmente son?, a lo mejor, pero a lo mejor no, y para ello, nada como referirnos a la crónica de nuestro colega Carlos E. Robledo, recogida enfrente del sitiado Palacio del Congreso, “Pobres profes… ya tan ancianos y peleando por sus medicinas”… porque resulta que efectivamente, a lo que le tienen miedo, bueno temor, bueno prevención, o lo que sea, es a los integrantes de la Coalición de Trabajadores de la Educación, que agrupa a jubilados y pensionados de la Sección 38 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, que estuvieron al servicio del sistema educativo coahuilense, de la Universidad Autónoma de Coahuila y de la Universidad Autónoma Antonio Narro, personas todas ellas que han dejado atrás los años de su mayor fortaleza física, con lo que es todavía más de dudar que puedan resultar de peligro para los señores y señoras diputados, o un riesgo para la integridad de los fortachones muchachos de Fuerza Coahuila, que nomás de andar cargando tanta impedimenta dejan demostrado que podrían cargar un exprofesor de matemáticas en un hombro y otro de ciencias sociales en el otro.

Luego el jueves se liaron de quien fue el que ordenó la presencia policíaca en las inmediaciones del Congreso, echándose unos a los otros la bolita de tú lo pediste, tú lo aprobaste, a mi me lo exigieron, en un ejemplo más de que los coahuilenses no tienen a los  mejores servidores públicos, ni a los mejores representantes que hubieran podido elegir en las urnas. Pero esto es solo para sonrojarse, lo verdaderamente importante es que el despliegue policíaco es un rompimiento de un estado de cosas que había durado bastantes años ya, el de que el pueblo es libre de manifestarse prácticamente sin límites, prueba de ello es que el antiguo Distrito Federal y hoy Ciudad de México es para todos los efectos prácticos el “manifestódromo” más grande del planeta, con plantones de todo tipo y por cualquier causa que se posesionan lo mismo de calles y avenidas que de plazas públicas y hasta edificios, llegando al extremo de haber estado tomado el zócalo de la capital durante meses a la vez.

No, a lo que parece lo que priva ahora no es el derecho de manifestarse, con o sin razón, sino el que las instituciones, los edificios donde están albergadas, esos son intocables, y para garantizar esto están dispuestos a hacer lo que se necesario, entre ello duplicar, triplicar o multiplicar los motivos de los profesores jubilados de la Sección 38 para requerir asistencia médica de urgencia por traumatismos, machacamientos o rompimiento de vísceras.

Todavía duelen en los oídos los argumentos del insigne panista y adorador de El Quijote, Juan Antonio García Villa, de que como no estaba en el orden del día de la sesión de la Legislatura, los profesores no tenían ningún derecho a ser escuchados, mucho menos a interrumpir los trabajos de los diputados, que seguramente en su opinión, eran mucho más importantes que lo que pedían, exigían los maestros, que no es otra cosa que eso, la chamba de los legisladores, de dictaminar la procedencia de la petición para derogar los artículos de la Ley del Servicio Médico que los perjudica en lo económico, y más que eso, en su salud. Ahora sí que los profes se plantaron allí exigiendo que los diputados hagan su trabajo, y estos muy orondos ordenan que los echen, y ya puestos de patitas en la calle, que se cierre el sublime recinto legislativo para que no entre absolutamente nadie que no vaya allí a aplaudir a los legisladores.

En Oaxaca, en Guerrero, en Puebla, en otros lados han quemado oficinas de gobierno, han destruido los palacios municipales, las recaudaciones de rentas, y ni que decir de las comandancias de policía, ¿y sabe qué?, los dejan, y hacen esto porque el costo de reposición de los papeles, las computadoras y los muebles es mucho menor que alebrestar todavía más el enojo del pueblo. Pero parece que aquí no leen las noticias. Aquí lo que importa es que esos horrorosos jacalones de la época de Flores Tapia sean preservados por sobre las necesidades del pueblo, específicamente de los profesores jubilados y no pocos en activo que ven por donde viene la cosa, algo está fallando y mucho.

¿Dónde quedó aquello de que el Congreso era la casa de todos los coahuilenses?, para empezar en el olvido, quedando claro que es pura demagogia, falsa como un medicamento genérico de diez pesos que le niegan a una persona, que además cotizó toda su vida laboral para tener derecho a él.

Quisiéramos saber en la mente de quien los profesores jubilados son un peligro que amerite sacarlos del congreso, como si algo fueran a romper, y luego sitiarlo para que no puedan volver a entrar, a este o estos cuates hay que recordarles la frase de Heine, porque sería un error monumental seguir por el camino de la violencia. Que de por sí violencia es que alguien enfermo no pueda acceder a los tratamientos que lo puedan curar, e insistimos, por los cuales pagó por adelantado con dinero que le descontaron de su sueldo. El edificio del Congreso no son más que piedras rosas forrando vil block, la democracia representativa y republicana, esa la trae cada ciudadano en el corazón y en el cerebro, allí sí que es imposible que le impidan la entrada.

2 thoughts on “Los peligrosísimos profesores

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    1. Me parece un excesivo abuso de autoridad lo que hicieron los diputados con los maestros jubilados, indignados por lo que vimos que hicieron. Queremos escuchar a nuestro querido Gobernador

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