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¿DOS? ¿QUÉ NO ERAN CUATRO?

BAILE Y COCHINO.-

Por: Horacio Cárdenas Zardoni.-

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Todo el país, exceptuando los más fundamentalistas integrantes de la Cuarta Transformación, tuvo una fuerte reacción emocional y solidaria hacia los hechos de violencia registrados en el puerto de Minatitlán Veracruz el viernes 19 de abril, y en Saltillo, este 27 de abril, que causaron la muerte de quince personas, entre ellas un niño de brazos en la primera y en la segunda de 9 personas. Es algo natural en el ser humano, el condolerse con la tragedia de gente que, efectivamente uno no los conocía, pero que eran personas como cualquiera de nosotros, siendo quizá parte de esa reacción, el pensar que, a como están las cosas en este país, que vive una guerra civil no declarada desde hace ya más de dos sexenios, podríamos ser las siguientes víctimas inocentes, o si no inocentes, por lo menos ajenas a las causas que mueven lo que está sucediendo.

Los políticos, esos que según la definición de Ruiz Cortines, son los capaces de comer sapos, culebras y otros manjares similares sin hacer gestos, algo se les habrá pegado de la sangre fría de sus alimentos favoritos, ellos, tal vez por andar ocupados en cualquier otra cosa, o disfrutando de su característica desinformación, o muy probablemente esperando “línea de arriba”, se tardaron en manifestar su posicionamiento respecto a algo que, como decíamos, en el común de los mortales provoca una reacción instantánea, de repudio hacia los perpetradores, y de solidaridad con los caídos. El lunes, ¿cómo lo iban a hacer de manera desconcertada en fin de semana, en privado y sin tener los reflectores de los medios de comunicación o de perdida, los apuntadores de las sesiones del congreso?, en la sesión de la Cámara de Senadores, los senadores del Partido Acción Nacional y los de MORENA, en vez de hacer lo que podríamos calificar de forma elemental como meramente humano, no, aprovecharon para darle el tinte político para que el incidente sirviera para llevar agua a su respectivo molino.

Hermanados en la tragedia, así lo hubiéramos visualizado o querido visualizar nosotros, los senadores de todos los partidos debieron guardar el ceremonioso minuto de silencio en memoria de los fallecidos en el bar “La Esquina del Chacal”, propiedad de La Becky, por quien aparentemente iban los sicarios. Luego del minuto, se hubieran aventado un punto de acuerdo para lo de siempre, exhortar a las autoridades a bla-bla-bla. Así el pueblo podría ver que sus legisladores son seres de carne y hueso, y no como se empeñan en hacer creer, que están por encima de la vil pelusa. Pero no, panistas y morenistas se agarraron del chingo, y lo que menos importó de la sesión referida del senado, fueron las víctimas, inocentes o no tanto, sino quien salió más enmugrecido y cubierto de sustancias inmencionables y apestosas.

El asunto lejos de mejorar, fue empeorando. Pese a que el presidente Andrés Manuel López Obrador se ha distinguido de sus predecesores por mantener una cercanía diaria con la prensa, y a través de ella, con la opinión pública, en vez de inmediatamente tomar las riendas de la atención gubernamental del asunto, desbarró de la misma manera, guardadas las proporciones, que Enrique Peña Nieto con los estudiantes desaparecidos de la Normal rural de Ayotzinapa, este se lavó las manos diciendo primero que era un asunto local, y el actual mandatario buscando a quien echarle la culpa de entre los políticos y encargados de la seguridad de sexenios anteriores. En ninguna circunstancia va la cosa por allí, está allí el cadáver, los cadáveres que dan pie a un caso policial, hay que resolverlo como tal, no buscarle la hebra política como justificante para lo que se haga o deje de hacer.

Dentro de todo el merengue de cosas que lamentar de la actuación de los involucrados, está la declaración del fiscal General de Veracruz, Jorge Winckler, de que la que periodísticamente se ha dado en llamar la Masacre del Viernes Santo, se debió a la pugna entre dos cárteles, el de Jalisco Nueva Generación y el de Los Zetas, por, esta frase le va a sonar conocidísima, hacerse del control de la plaza… la muy sesuda investigación de la Fiscalía veracruzana tiene como línea, un tanto tendenciosa y discriminatoria, que La Becky, mujer trans como era, bateaba para los dos lados, es decir, que vendía droga de unos y de otros, eso ya entra en lo anecdótico y menos importante, lo que sí lo es, es que para variar, las autoridades de los estados se dan baños de pureza, defienden sus estrategias y sus acciones, destinadas supuestamente a contener y a erradicar la delincuencia, diciendo que su entidad es objeto de codicia entre organizaciones criminales contrarias, que terminan convirtiendo a sus ciudades, poblados, calles y ejidos, en campo de batalla, para ahora sí, ”controlar la plaza”, ¿y qué el pueblo y el gobierno también son botín?, al menos es lo que dan a entender.

Con todo que la criminalidad está rampante en Veracruz desde hace no sexenios, sino décadas, podríamos felicitarlos y envidiarlos de que “la tienen papita”.

No hace ni quince días que el secretario de seguridad José Luis Pliego Corona decía que los quince grupos delictivos con mayor fuerza en México, cuando menos cuatro están intentando continua y permanentemente establecerse en la entidad, esto como justificación de que el gobierno estatal disponga dispositivos y desarrolle operativos para “blindar” la entidad. Aunque no los llamó por su nombre, a quienes juntamos las dos informaciones nos queda la duda de si los que participaron en la masacre de Minatitlán no estarán entre los que están queriendo mudarse a Coahuila, siendo nuestra sospecha de que sí, si son, y no solo eso, sino que a lo mejor ya están enquistados desde hace mucho tiempo, y si su presencia es menos notoria no es porque los hayan echado, como alguna vez se dijo, sino que cambiaron su estrategia, bajándole a la espectacularidad de sus acciones, algo muy distinto a que las hayan abandonado.

Pero si son dos, si son cuatro, si son diez o si son los quince, hablando solo de los grandes grupos criminales que quieren asentarse, o si son estos y una centena de los chicos, el caso es que Coahuila, como Veracruz, como cualquiera y todas las entidades federativas estamos sujetos a la expansión de la criminalidad. La cuestión aquí es cómo asumen los distintos gobiernos estatales y municipales, y por supuesto el federal, la amenaza, ¿se lo toman políticamente, echándole la culpa a los anteriores gobernantes, tirándose al piso por la falta de apoyo, poniendo de pretexto el efecto cucaracha, o por el contrario, le entran a lo que venga y como venga?

La masacre del Viernes Santo comienza a olvidarse ante la avalancha de otros hechos de sangre ocurridos en distintas regiones del país, como el caso de Saltillo donde se registró un efrentamiento entre policías municipales y supuestos integrantes del Cartel del Noreste. Todas son lamentables, todas requieren acción de la autoridad y solidaridad de la población, lo que no se necesita ni se acepta, es que quieran seguir sacando tajada política de las tragedias.

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