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Contra la inseguridad y el Coronavirus… El mejor parado es Coahuila


BAILE Y COCHINO.-

Por Horacio Cárdenas.-

Mire que el país está vuelto de cabeza con esto del coronavirus. La gente, mucha gente, la mayoría de las personas, está guardada en sus casas, obedeciendo un llamado a mantenerse en cuarentena, esto con la intención primero de evitar el contagio del infeliz virus, y segundo, para que los demás no se contagien tampoco, y en un tiempo que esperan y esperamos todo que sea breve, regresar a la normalidad.


Como siempre, aparecen los proverbiales prietos en el arroz, individuas e individuos que no hacen caso de las recomendaciones, pese a tener la inteligencia y la capacidad de comprensión de explicaciones simples y de instrucciones todavía más elementales, pero la generalidad de la gente se ha sumado por su propia iniciativa a algo que, a lo mejor más a nivel inconsciente que consciente, comprende que es de importancia capital, no sólo para el ciudadano que acata, sino hasta para la supervivencia de la nación y hasta de la especie.


Las cosas, desafortunadamente, no han venido ocurriendo como debieran. La iniciativa para combatir la pandemia a través del más sencillo expediente de no hacer nada… bueno, lavarse las manos, mantener distancia y quedarse en su domicilio, se ha venido adoptando más por recomendación de la sociedad civil, y dentro de esta, de las redes sociales a las que cada vez más gente pertenece, que de alguna instancia gubernamental, en especial de aquellas autoridades que deberían, si no por otra cosa porque es su trabajo.


Oiga, las primeras entidades que dispusieron que suspenderían actividades presenciales fueron algunas universidades particulares, las que amparándose en que tenían las plataformas informativas para mantener sus programas educativos a distancia, así enviaron a los hijos de las familias más pudientes de las ciudades en las que operan, a sus casas para que se mantuvieran a salvo. Luego de estas siguió la Universidad nacional Autónoma de México, también bajo el amparo de que no tiene que rendirle cuentas a nadie, tomó la decisión de cerrar sus campus a la asistencia obligatoria, salvo para los profesores y otros trabajadores, que dieran soporte a las actividades en línea de sus alumnos. Mientras esto ocurría, la presidencia de la República mantenía la postura de que no iban a suspender clases, y no fue hasta que el secretario de educación pública federal, Esteban Moctezuma tomó la decisión, muy probablemente sin consultar con su jefe el presidente, de adelantar el período vacacional de semana santa, señal que fue retomada por los sistemas educativos de los estados, aliviados de al final recibir línea de qué hacer en sus respectivas jurisdicciones. Y es que la verdad sea dicha, la gente de la 4T, como las de las burocracias de los estados, no está acostumbrada, vamos no se siente cómoda tomando decisiones, prefiere preguntar arriba ¿Qué hacemos?, por más que ellos tengan perfectamente claro qué es lo que debería de hacerse, no asumen la responsabilidad.


En Coahuila después de los normales titubeos ante la incertidumbre, el gobierno del estado decidió jugársela, y disponer el cierre de las escuelas el 19 de marzo, pese a que un par de días antes todavía habían anunciado que sería hasta el viernes para permitir a las escuelas organizar el trabajo del largo período de receso, ni modo, las circunstancias se estaban complicando, y había que entrarle al toro. La decisión fue en apariencia la correcta, más por lo que no se ha presentado, una explosión de casos positivos por coronavirus, que lo que hubiera podido ocurrir, sin embargo, ante la experiencia de otros estados y otros países, fue atinado.


Sin llegar a extremos, el gobierno del estado y los de los municipios han venido apretándole a las medidas de contingencia sanitaria, lo cual no ha sido percibido como represión por parte de la población, que como dijimos antes, ya tenía un cierto grado de conciencia de por donde deberían ir las cosas. Entre tanto el gobierno federal ha continuado en su actitud de aquí no pasa nada, de que todos son inventos de las empresas, de los conservadores, de quien sabe quién, y que México por sus características particulares de cultura, de raza, de pobreza, de quien sabe cuánto, saldrá mejor librado de la pandemia que otras naciones mucho mejor preparadas en todos los terrenos. O bueno, no podemos decir que todo el gobierno federal, sino el presidente Andrés Manuel López Obrador, porque como en el caso de educación, el de salud, y otras áreas operativas más que normativas, han estado actuando por su cuenta para que la pandemia no golpee tan fuerte al país, aunque con el temor de que en cualquier momento el mandatario los llame a cuentas y ordene cancelar lo hecho, en un riesgo como pocos, que hasta ahorita no se ha materializado.


Lo interesante de todo esto es que el liderazgo del país se ha trasladado de quien debería ejercerlo por su naturaleza y su investidura, a la sociedad civil en un primer momento, y luego a los gobiernos de algunos estados que, viendo que de la Federación no llegan señales, pues asumen la responsabilidad de todo ante sus gobernados. En el caso de Coahuila esto ya había venido ocurriendo en el tema específico y sumamente complejo de la inseguridad. Ante el desbarajuste del paso de la policía federal a la Guardia Nacional, que lo que creó fue vacío en el desempeño de funciones trascendentales, el gobierno del Estado había tomado las medidas necesarias para que no se volviera Coahuila a llenar de bandas de delincuentes, y como allá en el centro nadie dijo esta boca es mía, se siguió por allí. Ya encarrerado Miguel Riquelme, se movió con los gobernadores de Nuevo León y Tamaulipas para crear un frente común, regional, contra la delincuencia, el cual ha tenido más que excelentes resultados, y tanto que al rato también Durango decidió entrarle a la estrategia conjunta, de la que Coahuila ha funcionado como eje.


Ahora con lo del Coronavirus el gobierno estatal repitió la receta, otra vez con Tamaulipas y Nuevo León, y tan bien ha operado la cosa, que hasta la representación de la Organización Mundial de la Salud ha elogiado los esfuerzos regionales y estatales, algo que no ha caído precisamente bien en Palacio Nacional.


Son dos situaciones las que hemos mencionado aquí en las que los liderazgos regionales han superado al natural del centro, la pregunta que nos surge es ¿En cuantos más se repetirá el esquema, y todavía más importante, cuanto tardará en ser el liderazgo político de la nación el que sea asumido regionalmente?

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