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CADA QUIEN SUS MUERTOS

BAILE Y COCHINO.-

Por Horacio Cárdenas.-

A lo mejor se acuerda de, hace unos pocos años, el caso de un jovencito, que desde que era muy niño, había caído en una vida de delincuente. Las buenas conciencias se asustaron, y también se enternecieron, escandalizados gritaban ¿cómo es posible que la sociedad hubiera abandonado a tal grado a su suerte a un angelito, que para la edad en que había caído en manos de la justicia, ya contaba en su historial, bueno no lo decían en esos términos tan ruinmente policiacos, con varios asesinatos, con violencia extremada, con crímenes contra la salud, tortura y cuantas cosas?, si no nos acordamos mal, este caso es como las enfermedades tercianas, que regresan con igual ímpetu luego de semanas, meses o incluso años, el caso de Ponchin, o Ponchis, como quiera llamarlo, volvió a la palestra pública porque luego de pasar algunos años a cargo del consejo tutelar del Estado de Morelos, y en cumplimiento de las estúpidas leyes, estaba quedando en libertad, para retomar su vida en comunidad…

La opinión pública ¿será posible?, se dividió en posturas a cual más de opuestas, de un lado estaban los que ponían el grito en el cielo diciendo que el sistema judicial mexicano estaba fallado, prueba de ello es que estaban soltando sin más a un asesino, a un torturador, a un narcotraficante, que si había cometido tanta atrocidad desde la edad de nueve años, imagínese lo que sería capaz de hacer ya con la mayoría de edad, y habiendo cursado varios años en la preparatoria del crimen que suelen ser los tutelares de menores en este país, en su opinión al tal Ponchito deberían pasarlo directo a un penal, si no a uno de alta seguridad… sí mejor a uno de alta seguridad, para que no cayera en la tentación de retomar su carrera delincuencial. Del otro lado estaban los que tienen corazón de flan con caramelo, según aquella cursilona canción de hace años, ellos decían que Alfonsito era un jovencito que había tenido mala suerte, una familia disfuncional, las clásicas malas influencias, mala voluntad de familiares, conocidos, vecinos, maestros, de la sociedad entera, pero que como todo el mundo, debería recibir una oportunidad de reivindicarse, toda vez que ya había pagado su culpa por los delitos cometidos todavía antes de llegar a la edad de la razón… pero que habiendo estado en el tutelar… ya sabía lo que una vida de crimen podía acarrearle, y ya no en un trato de niño o adolescente, sino de criminal adulto.

El genial caricaturista Calderón supo zanjar los desencuentros en una propuesta casi salomónica: ¿de veras quieren tanto a Ponchito?, adóptenlo, llévenselo a su casa, convivan con él todo lo que quieran… afortunadamente no hubo necesidad de probar nada, como el chamaquito, ese que no quisiera encontrarse uno en un callejón solitario en una noche oscura, tenía la doble nacionalidad, entonces saliendo del tutelar lo empacaron y lo despacharon para San Diego, California, y desde entonces nada hemos sabido de él, afortunadamente.


Así suelen ser las posiciones que se encuentra uno respecto de cualquier tema, dice un chiste español que muy bien se puede aplicar a nuestro país y a nuestro himno nacional, que más si osare un extraño virus profanar con su planta tu suelo, piensa oh patria querida que el cielo, un epidemiólogo en cada hijo te dio. Todo el mundo se siente con derecho a opinar sobre la pandemia, sobre lo que se hace bien, sobre lo que se hace mal, sobre lo que funciona, sobre lo que no, sobre la ciencia, sobre las conspiraciones que dieron lugar al coronavirus, sobre los remedios naturales que las grandes farmacéuticas no quieren que sepas, etc. Sobre todo tenemos que opinar, además que al estilo español, o italiano o muy mexicano, no hay quien no saque de nuestra posición, por eso sigue tanta gente en las fiestas, en las playas, andando en las calles con cualquier pretexto, sin tapabocas, en fin… pero como dice el sabio refrán mexicano: solo el que lo carga, sabe lo que pesa el tololoche, a pero no, eso que hace el gobierno que es el que enfrenta la pandemia, eso está mal.


En una de las reuniones de los gobernadores de la región noreste, que comprende Coahuila, el burro siempre pode Adela, Nuevo León y Tamaulipas, se acordó algo que primero se había ventilado y adoptado aquí, y que luego los demás mandatarios consideraron si no lo más emotivo y humano, sí lo más correcto a cortísimo plazo para contener al menos en ese frente, la propagación del COVID19: con todo el dolor del corazón, se prohibían las honras fúnebres y los cuerpos de quienes hubieran fallecido del coronavirus, o más bien de los que se sospechara o se tuviera prueba de que habían muerto de alguna enfermedad de las que el virus es disparador, debían ser incinerados inmediatamente.


Y luego luego brincaron las organizaciones de la sociedad civil, las de protección de los derechos humanos, las de los desaparecidos, que porqué querían incinerar los cadáveres si eso era una violación a los derechos humanos, que, si estaban tratando de esconder a los desaparecidos, que sí, perdonando la expresión, la manga del muerto. Acá en Coahuila la que brincó fue una asociación Fray Juan de Larios o el nombre de otro párroco por el estilo, estamos hablando del curso de unas pocas semanas, moviéndose no solo acá en la región, sino en todo el país, lograron que el gobierno federal emitiera un decreto en el que efectivamente, se prohíbe el disponer de los cuerpos de los fallecidos por coronavirus, hasta en tanto no se cumpla con la tramitología de rigor, a saber lo de siempre: certificado de defunción expedido por un médico legista, examen del cadáver para la determinación de la causa de la muerte, la famosa autopsia de ley, eso más lo que los deudos, de acuerdo a su religión, sus creencias o su loquera, tenga previsto para su ser querido.


Obvio, con la entrada en vigor del decreto, la disposición que habían tomado el gobierno de Coahuila, los de sus aliados en el noreste y otras entidades que están de infectados hasta las pestañas, queda sin efecto, el frente cerrado a la propagación por la contaminación por cadáveres, se vuelve a abrir, obligando a los gobiernos a establecer controles más complejos, menos efectivos, más costosos, que los que la cremación sin exequias, con todo lo fría y dolorosa que es, resolvía de un flamazo. Por supuesto allí están los beatos reaccionarios de San Juan de Larios y otros del mismo corte, felices y sacándole la lengua al gobierno del estado, el de Coahuila y los otros que están haciendo todo lo que pueden para evitar más motivo de pleito, traducido: más muertos por la pandemia.


Esta gente que piensa que un cadáver tiene más derechos que un vivo, que piensa que alguien va a hacer pasar a un desaparecido o un “juído” por un infectado, o quien sabe qué otra sandez, seguro nunca vieron las noticias del “tráiler de la muerte”, que no era uno sino varios, allá en Jalisco estaba la epidemia de violencia tan grave que no habiendo espacio para los cadáveres en la morgue de la procuraduría del estado, almacenaban los cuerpos en cajas refrigeradas de tráiler, donde se juntaban esperando… nadie sabe esperando qué ¿Cuántos cadáveres había?, a saber, nunca nadie nos ha dicho cuantos cadáveres apilados caben en una caja refrigerada.
Pero bueno, ya que “le ganaron” al gobierno del estado con lo de las incineraciones inmediatas, lo que procede, no para todos sino para los adoradores de los derechos humanos es que, como decía Paco Calderón del Fonchis ¿tanto quieren a su cadáver de su infectado?, pues con todo gusto, y en estricto apego al cumplimiento del decreto federal, agárrenlo y llévenselo a su casa… luego no vengan a toser acá, por favor

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