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Por: Héctor Barragán.-
No hace demasiado tiempo la educación se adquiría en casa, conforme aseguraba un socorrido dicho y consistía en una buena cantidad de etapas, conforme al comportamiento de los niños y la evolución de las infracciones.
Las travesuras eran seguidas de consejos, y cuando subían de tono, las sucedían amonestaciones.
Las infracciones mayores eran correspondidas por castigos, no hay postre, no tendrás “domingo”, sin permiso para salir y así por el estilo. Prohibido llegar después de las once de la noche…
A los policías se les tenía poco menos que pánico, que rara vez intervenían en los problemas de los menores, por ejemplo la fractura de un vidrio era pagada por los padres, sin discusión y al niño se le descontaba de las dádivas que periódicamente concedían los progenitores.
Tomar dinero de la casa era infracción mayor.
De donde se deduce que los integrantes de las marchas de protesta no tuvieron la educación básica, la de los adultos para el respeto de la gente de edad, de las cosas de su casa y a los vecinos y personas vulnerables.
Y por supuesto que los infiltrados según declaran los marchistas todavía menos por haber llegado a la categoría de delincuentes, fedayines, destructores y rateros.
Prospectos que ni pintados para formar parte de los grupos delincuenciales organizados, asesinos, terroristas, secuestradores, traficantes de sangre, agresores de la gente en general y de los agentes de la ley en particular. Huachicoleros, traficantes y productores de estupefacientes.
De donde de desprende que la generosidad presidencial resulta excesiva, tanto es así que los asesinatos son tanto o más significativos que los muertos por la terrible pandemia del año en curso, miles por año, de todas edades y condiciones, lo cual resulta intolerable y absurdo.
Porque resulta increíble que los encargados del orden en el país, que son muchísimos y mantenerlos, por lo consiguiente es demasiado caro, no cuenten con la autoridad necesaria y los elementos para protegerse y atacar en su defensa son insuficientes, precisando, no están autorizados para utilizar la fuerza y las armas para exigir haya orden.
Por si fuera poco, la onerosa Comisión de los Derechos Humanos, que cuenta con bastante personal, se dedica a perseguir a los agentes del orden y castigarlos por las violaciones reales o supuestas de los agentes en el ejercicio de su trabajo. Es decir, que no atienden a los derechos humanos de las víctimas, de los afectados por la delincuencia.
La detención de delincuentes es obstruida por la citada comisión, en apoyo de los manifestantes, supuestos testigos de descargo, que invalidan los trámites, si bien el camino de la detención a la sentencia suele ser demasiado largo, y en el trayecto del mismo se pierde la fuerza de los testimonios, de las declaraciones de agentes y las pruebas que igualmente disminuyen su validez, se pierden o el asunto se “chicanea”.
Sin contar el hecho de que una demanda simple, no atendida, propicia la acumulación de “colados” de grupos distintos de inconformidades distintas, pero con fuerza multiplicada que les permite rebasar a la autoridad, y llevar a cabo hechos de mayor gravedad y daño a la colectividad, como ha sido la toma de carreteras, de vías férreas, la paralización de una ciudad, el secuestro de instalaciones educativas.
Los daños económicos a las propiedades públicas y particulares causados por los vándalos, autodenominados “anarcos”, aunque están demasiado lejos de las ideas humanistas de los verdaderos anarquistas, luchadores incansables por el mejoramiento de la humanidad entera, como fueron Ricardo y Enrique Flores Magón, hace más de un siglo, los daños directos son pocos, en comparación con lo que ocasionan a los trabajadores que pierden sus salarios, a los productores que no pueden cumplir sus compromisos de producción hacia sus clientes, el gobierno que desvía los recursos a su cuidado para beneficiar a esos delincuentes irresponsables y luchadores contra los intereses de su propia patria.
A LA LUZ DE LA PANDEMIA
El ocio forzado por la pandemia del coronavirus ha costado varios miles e vidas a este país, pero perjudicará más y por mucho tiempo de la misma forma, a la salud, pero a los intereses económicos de millones de personas.
Del caso material se han beneficiado unos cuantos personajes con inventiva y ciencia, y algo de recursos financieros, entre los cuales hay sin embargo los especuladores que a cambio de ciertos materiales que hacen parecer como prodigiosos, son capaces de garantizar la inmunidad. Seguramente no participarán al gobierno de sus ingresos, porque no tiene los medios ni la agilidad para detectarlos, como está demostrado que no logra controlar a los narcotraficantes al través de sus movimientos monetarios y financieros, como tampoco en la persecución de los delincuentes del ramo, desde la producción al transporte y la comercialización, que saben produce miles de millones de dólares.
Después de la pandemia, que se espera termine pronto, reactivar la economía será difícil, con un mercado reducido, consecuencia de la limitación de las viejas fuentes de producción y empleo, es decir, los compradores serán menos y la demanda de trabajo será enorme, pero en su mayor parte y a corto y mediano plazo, sin la capacidad técnica y profesional que demandará a su vez la empresa, que está en constante evolución y sobre todo en la producción automatizada, es decir, reductora de mano de obra.
La educación tecnológica tendrá que agilizase rápidamente, volverse intensiva y teórico práctica, a efecto de adaptarse a la tecnología mundial, robotizada y cibernética, pero que deberá apoyar a la producción primaria, la generadora de mucha mano de obra, de alimentos, vestido y vivienda.
A manea de corolario, de lo anterior se desprende la necesidad urgente de recuperar la fuerza del gobierno, la que la sociedad le encomienda, para procurar la paz y la disciplina que la propia comunidad merece y paga por ella.
Con la capacitación intensiva del cuerpo de vigilancia, la selección constante de los elementos conforme a su capacidad y valores, la depuración permanente para contar con un cuerpo honrado, eficiente y leal a la sociedad.
La selección de los mejores elementos servirá para disponer de los mandos más capaces, en los diferentes niveles, así como tener a mano la información necesaria para la constante aplicación de estímulos y sanciones, necesarios para un cuerpo ágil, ambicioso y convenientemente pagado, considerando su eficiencia y la peligrosidad de su desempeño
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