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Hermandad Mexicana

NOTICIAS DIVERSAS

Por: Héctor Barragán.-

Se supone, solamente se da por supuesto que la relación entre hermanos es la más cordial, sólida, positiva, aunque se cuentan demasiados ejemplos de lo contrario, de la más salvaje y cruel de las relaciones, sin que las diferencias o el monto valorado de lo que se pelea no valga la pena.

En términos sociales, en grupos mayores, las diferencias se multiplican, y los enfrentamientos necesariamente son más frecuentes.
Y ni que decir respecto de los grupos políticos, donde los intereses se convierten en el corto y mediano plazo en asuntos económicos y previamente de poder.

Algunos pensadores mexicanos e la política deben haber contemplado que, fracasado el plan de llevar a las urnas de votación al mayor número de mexicanos, se facilitara la constitución de varios o muchos partidos, sin que conjuntamente hayan conseguido interesar más que a un poco más de la mitad de los electores empadronados. En estos partidos para ser autorizados, les exigieron un cierto número de simpatizantes, repartidos en todo el país, con rigurosos reglamentos e idearios, que serían aprobados; de manera que los votantes de cada partido cumplieran con los objetivos de su partido y supuestamente con el objetivo general de servir al país, lo que nunca dilucidaron los encargados.

El caso fue que se vuelve a propiciar el funcionamiento de menos partidos, con la facilidad de ir de uno a otro, sin que se sepa que no dominan el ideario del partido al que brincan los chapulines, lo cual parece no importar.

El que está de manifiesto es que se desconoce el objetivo general del país próspero y justo y los chapulines pugnarán en lo sucesivo por los postulados de su nuevo partido, o aprobarán cuanto les ordenen o indiquen los dirigentes que les toquen.

La realidad aparente es que los partidos buscan cubrir sus intereses particulares, el poder y el dinero, antes que el mejoramiento cultural y material de todos los mexicanos, atendiendo los dictados del titular del Ejecutivo Federal, o el estatal, si es el caso, que no siempre coincidirán con aquellos.

Entre otras razones, porque los grandes objetivos no se comparten entre todos los integrantes del pueblo, porque por el contrario, existe una gran discriminación.

De ricos a pobres, de rubios a morenos, de indios a mestizos, y con sus respectivos viceversas, ignorantes a sabios y sus contrarios. Donde no cabe entonces la fraternidad, el amor al prójimo recomendado por los libros sagrados.

Si no es posible tal finalidad que llevaría a la concordia, a la paz, podría buscarse una solución menor, más sencilla, que comenzaría en los hogares y proseguiría en las escuelas, educar al individuo para que se rigiera por el respeto; dejar de ofender al hermano o compañero por su color diferente, su defecto físico o mental, por su mayor ignorancia, su hablar torpe, su afán de sobresalir, tener progenitores destacados o comunes, tener menor habilidad para el deporte, para comunicarse.

Respetarse a sí mismos en primer lugar, llevaría a considerar con igual valor al prójimo, sin necesidad de exigirse un afecto, pero recibiría a cambio igual trato, el mismo o mayor respeto del que dedicara.

Reconocer la dignidad ajena equivaldría inmediatamente a ser correspondido con el mismo ánimo y trato, evitando a la colectividad la mayor parte de sus problemas. Se respetaría automáticamente el valor de cada uno, así como sus propiedades y virtudes, pudiendo capitalizar en conjunto esos y otros valores derivados y concomitantes.

Con el tiempo los integrantes de esa colectividad no tendrán problemas re raterismo, criminalidad, actividades ilícitas y antisociales. Nadie tendría que perdonar cosa alguna a ninguna otra persona.

Sería el camino directo a una utopía, pero absolutamente asequible.
Llevará tiempo que los padres de familia y los mentores de educación básica recuperaran la autoridad perdida, y los conocimientos pedagógicos, necesarios para reconstruir la base conductual que la sociedad necesita.
Y también encontrar ocupación para el gran conjunto de personas que perderían sus trabajos como guardianes del orden, y preventivos de la inseguridad, así como investigadores policiales, luego de que consiguieran resolver el caudal de asuntos rezagados a lo largo de tantos años de desorden y criminalidad, pero se encontrarían los sitios más convenientes.
Y reconstruir o reintegrar, por mejor decir, la cauda de maleantes que integran las múltiples facciones de la criminalidad en actividades altamente productivas como se requieren, pero sería igualmente indispensable.
La recuperación de dinero mal habido será inimaginable y sería invertido rigurosamente en actividades estratégicas y de alta remuneración, a efecto de montar una estructura altamente dinámica y de elevada capacidad remunerativa, para contrarrestar el atractivo de las actividades ilegales y cubrir la alta demanda de plazas que necesita el crecimiento demográfico y el potencial acumulado de empleos durante décadas.

Pero en la actualidad y por mucho tiempo será menester seguir con los procedimientos, seguramente simplificados para la persecución de delitos, así como el castigo tras investigación de los que se hayan en proceso. Llevándolos a centros de rehabilitación perfeccionados, hasta que resulten útiles.

Perfeccionar el sistema educativo, será difícil tarea, para grupos seleccionados de maestros, de todo nivel y las diferentes disciplinas, especialmente para carreras cortas, técnicas y que cubran las necesidades de la tecnología en constante evolución. Afortunadamente la cantera magisterial es amplia y experimentada. La programación del tema requeriría ciertamente personal altamente calificado.

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