BAILE Y COCHINO

Por: Horacio Cárdenas Zardoni.-
De los libros de texto de historia de la primaria y la secundaria, recordamos que uno de los temas recurrentes era el supuesto trato paternalista que tenía Porfirio Díaz para con la nación mexicana. Según esto, el dictador, odiado de muchos y admirado por unos cuantos, mantenía al pueblo mexicano en una situación de miseria, de ignorancia, pero haciéndoles sentir que él, y el gobierno que encabezaba, velaban por el bienestar de las familias mexicanas. Muchos ciudadanos, sobre todo de los estratos más bajos y sobre todo los indígenas, habrían sufrido el maltrato de un presidente a quien no le temblaba la mano para castigar cruelmente cualquier desobediencia del poder centralizado en una sola persona, hasta que por supuesto, no tanto la población en general, sino cierta clase media pensante e interesada en cambiar el estado de cosas, se levantó en armas, arrastrando a la gente que veía en la revolución si no una oportunidad de mejora, por lo menos una de venganza y de saqueo.
Ya institucionalizada la revolución, llama la atención que a Lázaro Cárdenas del Río se le otorgara el cariñoso y respetuoso apodo de “Tata” Lázaro, mediante el cual el pueblo sojuzgado de algunas regiones del país, lo reconocía como alguien cercano a la figura del padre. Vale decir que el general Cárdenas tampoco fue precisamente un alma de dios, como revolucionario fue duro y frío, y como gobernante también, si bien supo construirse esa imagen de benefactor, que tanto le celebraron durante su gobierno y todavía muchos años después. Como que al pueblo mexicano, como conjunto, le gusta ese sentirse por debajo de los gobernantes, le gusta tener esa protección que se asocia a los caudillos buena gente, los cuales hay que decir, son pocos, en cambio aquellos que buscan utilizar esa debilidad, esa rendición popular para sus fines políticos y económicos, de eso hay demasiados.
Curiosamente fueron los tecnócratas, los neoliberales que se formaron en otros países, los que señalaron como uno de los peores defectos de la relación gobierno gobernados, ese paternalismo que había propiciado muchos engaños a lo largo de los sexenios y las décadas. Según ellos, a la gente se le mantenía engañada, sin conocer la realidad del país, realidad que podía ser buena o mala, pero que al haber adquirido el pueblo “la mayoría de edad”, deberían conocerla y ser capaces de colaborar con los gobernantes para enfrentarla y salir adelante como nación.
De por los tiempos de Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari fue que se comenzó a hablar de desterrar la economía ficción de la realidad nacional. ¿Qué el país estaba endeudado?, el pueblo debía saberlo, ¿Qué teníamos problemas para sostener el tipo de cambio?, la gente debía estar enterada, ya no debería haber esos secretos que según, tanto daño habían causado a México en el pasado. Y sí, se difundió gran cantidad de información… que el mexicano promedio de antes no conocía, y que sin embargo condicionaba que de repente subían los precios de los productos, no le alcanzaba con su salario, lo despedían. No, ahora tenía información, información de sobra, aunque lo único que ganó fue tener tema de conversación… que le aumentara el estrés, y poco más, porque esa información de altas finanzas públicas de poco o de nada le servían para tratar de paliar su situación particular, como que… pocos podían especular con dólares, con oro, quedarse con su deuda en pesos porque con UDIs salió poniendo mucho más, etc.
Eso fue con los tecnócratas neoliberales que gobernaron México, que nos hicieron crecer a fuerzas, tan a gusto que estaba el pueblo en su ignorancia, sorteando los problemas a como iba pudiendo, sin entenderlos pero confiando en que las cosas tendrían que mejorar alguna vez.
Según esto con la transparencia y la rendición de cuentas, complemento de la política anterior, ya los mexicanos podían estar seguros que no había nada oculto, que todo lo que les insteresaba estaba sobre la mesa, salvo claro, aquello que pudiera representar un riesgo para la seguridad nacional, y eso sí que debería ser algo tremendo, como para que el gobierno que consideraba a su pueblo maduro, considerara que ciertas cosas era mejor que se reservaran por un número variable de años, transcurridos los cuales, se dará a conocer, ya que el riesgo se haya extinguido, supuestamente.
Todo para que ahora en este sexenio gracias a la Cuarta Transformación, nos vengamos a enterar que aquel trato honesto, verdadero a carta cabal, no lo fue tanto, al contrario, solo sirvió de discurso para ocultar manejos gubernamentales indebidos. No, no estamos hablando de la corrupción en sí misma, que como lo decía Enrique Peña Nieto, parece formar parte de los rasgos culturales fundamentales de la mexicanidad, sino de los manejos que la administración pública hacía para darse una mayor capacidad de maniobra de la que las restricciones legales, políticas y presupuestales permitían.
Hace años que se comenzó a hablar de los famosos fideicomisos… que no eran otra cosa que recursos económicos que las distintas dependencias de gobierno, autorizadas por ley para ello, mantenían al margen de los procedimientos ordinarios, que en honor a la verdad, se pasaban y se siguen pasando de inflexibles. Gracias a esos fideicomisos, se podían atender situaciones y resolver problemas que la burocracia de la Secretaría de Hacienda, del Congreso de la Unión, hubiera sido imposible afrontar, sobre todo con la premura requerida.
¿Quién tenía fideicomisos?, bueno, los más grandes los tenía, ¿Quién lo iba a decir?, la Secretaría de Hacienda, Petróleos Mexicanos, pero también servían para atender cuestiones tan presupuestalmente poco significativas como las becas culturales, deportivas y científicas. Peyorativamente la 4T se ha referido a estos fideicomisos como los guardaditos… cargándoles el sanbenito de que todos ellos, desde el primero hasta el último, eran manejados discrecionalmente, y de forma corrupta, con el consiguiente daño a la nación.
Y bueno, pues entre que el actual gobierno está necesitado, como todos los anteriores, de dinero, la manera que se le ocurrió de hacerse de recursos, fue la desaparición de fideicomisos, reintegrándolos a la Hacienda pública, y salvo la famosa partida secreta, restringiendo la flexibilidad al mínimo posible, ahora sí que se acabó la economía ficción, nada de espaldas al pueblo. Sí, pero esos guardaditos que ya no existen por decreto, son los que servían para sortear las subidas y bajadas de los precios del petróleo, que permitían destinar dinero a los desastres naturales, otorgar dinero a los estados cuando los impuestos no alcanzaban a cubrir las participaciones, y otros detalles por el estilo. Ahora la política es cero mentiras, curioso porque este gobierno si algo tiene es su paternalismo a ultranza, ejercido con puras verdades, y cada vez menos dinero…
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