fbpx

La búsqueda de un nuevo comienzo

PENSAR PARA UN MUNDO QUE AÚN NO EXISTE

Por: Ramsés Sánchez Soberano.-

Una meditación sobre la situación de la existencia

¿Cuál es la situación, absolutamente aterradora, donde la escritura se ve obligada a fracasar? ¿Debe imperar en ella la huella de lo indescriptible, de aquello de lo que no es posible hablar? La lengua humana es anterior a la lógica, por ello no puede estar apresada en una única forma de hablar. ¿Hay un rasgo previo al habla donde todo se disipa y se conmueve sin cesar? No sabemos si nos está permitido asumir la manifestación de lo inasumible y, sin embargo, su huella se acelera a cada instante. En el rostro que me pide responsabilidad y me obliga a responder. Eso es lo que ha dicho Levinas. ¿Hay un terreno para el amor absoluto, aquel que es deseo y que solo se mantiene como deseo? Hasta el Dios más pobre debe permitir que un signo le admita como tal. Las huellas de lo divino se esparcen en el encuentro efectivo con otros seres de carne y sangre. En la escritura que intenta describir lo indescriptible se nos pregunta si acaso no somos aquellos que constantemente se ven descubiertos como los que no pertenecen a ningún lugar. Ni casa, ni terreno, ni hogar. Nuestro sitio está más lejos de aquí. La búsqueda incesante de un amor eterno, encontrado aquí o allá, ya no importa ¿no es el reflejo de la asunción de un no lugar? El mundo no es un mero pretexto para convertirnos en una pregunta. El mundo es la prueba del modo en que respondemos ante hacernos un lugar debajo del sol. Un lugar que nadie puede darnos y que, sin embargo, será aquel por el cual seremos recordados. Este lugar no es ateo, ni pagano, ni creyente, ni secular. Es el lugar donde se soporta el peso del tiempo y de los días. Una morada en donde no podemos estar y de la cual no podemos salir. He aquí la desesperación de San Agustín.

            Hemos llegado a los lugares inadecuados, aquellos a los que no podemos pertenecer y allí nos hemos intentado construir un habitar. Solo hemos tenido un hogar y hoy ya está muy lejos. Ya no es parte del recuerdo pues nadie llega a tiempo a su principio. Es el hogar que ya no es posible recuperar. La maternidad abraza un destino metafísico. Hemos dicho adiós tantas veces buscando y creando lo que nos parecía perfecto y esa perfección nos ha vuelto a señalar que lo que buscamos ya se ha olvidado. Ese acontecimiento nos ha removido por completo desde el núcleo de lo que nos hacía persona, pero se ha ido para siempre y no volverá. Y, sin embargo, seguimos de pie. La espera, si es que todavía existe o es posible, consiste en tomar el día como un entretenimiento. Solo pocos vendrán a modificarlo o satisfacer la sed que emana a diario. Y otras luchas han comenzado. Perdamos o no – la muerte nos lo dirá – la lucha debe continuar. Mañana también seremos mirados a los ojos. Y nuestras grietas nos delatarán. Hay situaciones que no es posible fingir. Y nosotros somos una de ellas. No son fantasmas – como si la psique no pudiera modificar el mundo – no son apariencias, estas luchas se pagan con todo el cuerpo. Esas son las grietas que nos vigilan cuando el cansancio llega y vence. Las verdaderas heridas no duermen.

            Esta escritura debe fracasar. No sabe hacia dónde se dirige. Ya no hay caminos después de la tormenta. Lo que hemos vivido nos ha obligado a abandonarlo todo y, sin embargo, todavía hay rostros que responden. Y así pasan los días, como si lo que nos esperara fuese el tan invocado olvido o, la muerte, como dijo Leopardi para siempre, antes de volverse inmortal. Y cuando llegue el final ¿podremos extrañar el deseo de su arribo? No lo sabremos jamás. Nuevamente el fracaso llegará a diseminar toda morada. Mi morada y mis sueños. Y es allí donde podremos comenzar de nuevo – donde el dolor, antes de ser utilizable, se vuelve profundo y fecundo – más allá de todos los reconocimientos obtenidos y todas las cosas apropiadas. El nuevo comienzo arriba únicamente después, más tarde, cuando nadie lo espera y cuando se nos muestra aquello que nosotros mismos desconocíamos poder realizar.

            Y así comienzan las preguntas de verdad. Pues si pudiéramos volver atrás y tener el suficiente valor para enfrentarnos a nosotros mismos, para volvernos a nosotros mismos una cuestión, entonces la lengua preguntaría: ¿cuál ha sido la elección decisiva de la que ha dependido por entero mi vida? Si nos es posible llegar a esta situación ya no estamos ante lo que nos ha brindado dividendos, sino ante el instante donde se nos muestra que hemos perdido algo irrecuperable. Y, como han visto Gabriel Marcel y Bernard Berenson, esa pérdida nos acompañará a lo largo de nuestra vida. Pero ella, cuando se acerque el momento, aquel de nuestro verdadero final, nos dirá si nuestra vida ha sido digna o no de ser vivida. Si hemos logrado, aquí recordamos a Pascal, ganarnos realmente el lugar que ocupamos bajo el sol.

ramses.sanchez@lasalle.mx

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Powered by WordPress.com.

Up ↑

A %d blogueros les gusta esto: