BAILE Y COCHINO…
Por Horacio Cárdenas Zardoni.-

La verdad es difícil explicar cómo o por qué, pero México sigue apareciendo entre los países más felices del mundo. Pese a que en nuestra habla cotidiana solemos referirnos a que nuestra vida es un valle de lágrimas, siguiendo la sentencia bíblica, lo cierto es que las pláticas se continúan por temas más ligeros, que nos hacen olvidar momentáneamente o por bastante rato los sinsabores de nuestra existencia.
México puede vivir en un baño de sangre continuo, con un promedio de ochenta asesinatos por día, con miles de desapariciones de personas cada año, con una cantidad espeluznante de feminicidios, estos como expresión última de la práctica de violencia contra las mujeres, con cada vez más niños y jóvenes víctimas de la violencia del crimen organizado, los mexicanos solemos todavía hacer chistes de nuestra difícil existencia. Íbamos a decir que qué bueno que seamos así, pero a lo mejor nos equivocamos, y esa forma de no enfrentar los problemas, de sacarles la vuelta, es quizá parte de que como sociedad hagamos poco para resolverlos, pero en fin, esas son cosas de sociólogos y de gobernantes, no de periodiqueros.
Que tampoco crea que las cosas son del todo estables. La medición anual de felicidad, que se lleva a cabo en todo el mundo, sí, efectivamente señala que Finlandia ha logrado mantenerse como el país más feliz del mundo por seis años consecutivos, lo cual no deja de ser una hazaña, sobre todo si nos comparamos con aquel país nórdico, pues México todavía en el año 2017 se ubicaba en un lugar 24 del ranking mundial de felicidad entre 198 países, y gracias a la cuarta transformación, en este 2023, hemos caído al sitio número 36, algo no muy halagüeño que digamos para un gobierno que se planteó cambiar la forma de medición del desarrollo, dejando de lado indicadores como el PIB, para sustituirlos por un índice de felicidad, aunque lo más seguro es que nos salieran como de costumbre, con que ellos tienen otros datos, y de que hasta a Dinamarca estamos desbancando de su segundo lugar.

Quizá es que a los mexicanos, literalmente, las cosas se nos resbalan, comenzamos hablando de situaciones de violencia extrema, que nos hacen poca mella, y si una pila de cadáveres no nos mueve más allá de la primera impresión, ¿qué nos podrán afectar otros problemas menos trágicos?
Está por ejemplo el tema del cambio climático, que en el norte de México está encontrando uno de sus sitios de mayor afectación, no precisamente comparable con lo que están viviendo las costas con el aumento en el nivel del mar, pero sí, la escasez de agua y las temperaturas extremas nos están causando problemas y situaciones de las que hasta hace poco tiempo no estábamos mayormente conscientes.
Según algunos pronósticos, Coahuila está viviendo una de las peores épocas de sequía en los últimos cien años, y sí, este año ha sido especialmente difícil para los coahuilenses por las altas temperaturas, que se han acrecentado por la poca nubosidad y escasa precipitación pluvial, que mal que bien, alivian algunos grados la realidad.
Bueno, pues eso es una cosa, el pronóstico dado a conocer hace algunos días estima que entre el 2025 y el 2030 nuestra entidad vivirá una sequía todavía peor… y no sabemos si esto es más por la temperatura extrema o por la duración, que finalmente terminan en lo mismo, una vida que por momentos no merece ese nombre, convirtiéndose en tortura.
¿A qué nos va a llevar esto?, a una versión más radical de lo que ya hemos estado viendo, que todavía no viviendo, que pasa en otros sitios del país, donde de plano, el agua disponible ya no alcanza para cubrir las necesidades de la población.

Las noticias de la última semana en diversos medios reiteran que las presas del vecino estado de Nuevo León se hallan en situación crítica, cercana o quizá todavía peor que las que registraron el año 2022. Es fácil recordar las imágenes de la presa de la Boca seca, los botes recargados sobre su costado en la tierra resquebrajada, las filas de habitantes de Monterrey y sus municipios conurbados, viniendo a llevarse agua embotellada a las tiendas de Saltillo, y estas viéndose obligadas a restringir la venta. Las historias sorprendentes y tristes de personas que sin agua en los grifos, no tienen manera de refrescarse, mucho menos de darse un baño. Luego llovió, la presa se llenó, y todo de vuelta a la normalidad, hasta que de nueva cuenta estamos en lo mismo, fuimos, fueron felices mientras hubo agua, ahora lo son menos.
Después de aquella crisis el gobierno de Samuel García lanzó una campaña de “ciudadanos de cien litros”, en la que se conmina a la gente a hacer el uso más cuidadoso posible del agua. Cien litros por persona, según las cuentas del gobierno neoleonés, deberían ser suficientes y permitir a los sistemas de suministro, que no le falte a nadie… pero entre los que gastan mucho más que eso, y los que no tienen agua en sus domicilios por días y semanas, es complicado sacar un promedio que sea justo.
En la Ciudad de México algunos investigadores han comenzado a recomendar el establecimiento de campañas para restringir el suministro de líquido a 150 litros diarios por habitante. Es un 50% más que en Monterrey, pero comparando los tamaños de ambas megalópolis, estamos hablando de cantidades de agua inmensas… que no hay.
A como vemos, entre el crecimiento de la población, los crecientes requerimientos de la industria, el poco cuidado que hacemos del agua, esta comenzará a escasear en el corto plazo, venga o no venga la anunciada sequía con duración de cinco años.
¿qué hacer entonces? En muchas ciudades de México, entre ellas Saltillo, desde hace mucho tiempo que los sistemas de agua han practicado el llamado tandeo, que no es más que una manera distractora de llamar a lo que es en realidad, un racionamiento.
Según datos oficiales, ni el 20% de la población dispone de agua las 24 horas del día, el resto de los domicilios lo recibe algunas horas de la jornada, o lo que es más probable, algunas horas cada dos o tres días. Eso es racionamiento, que no afecta mucho ni se nota tanto si tiene uno un tinaco grande o un aljibe para almacenar el agua que cae, pero si carece de ellos… ni modo, en tambos, cubetas, en cuanto recipiente se pueda destinar a guardar agua, que para colmo, llega con tan poca presión que no pocas ocasiones no logra subir al tinaco.
Eso se ve venir ¿cuándo?, en Monterrey no tarda un par de meses, en México unos pocos años ¿y en Coahuila?, no demasiado lejos, lamentablemente.
¿Bañarse nos hace felices?, ¿refrescarse con aire lavado, o de perdida con una tela sobre el ventilador?, son placeres muy mundanos que sí, en efecto nos hacen felices. cuando no tengamos acceso a ellos, como se ve venir, vamos a ser mucho menos felices, eso delo por un hecho, y se va a notar en el ranking, todo por un poco de agua…
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