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Por eso se llama lavado de dinero

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Escribe: Horacio Cárdenas

Del dinero se han dicho muchas cosas, algunas doctas, y muchas otras populares, no pocas ocasiones más sabias estas últimas que las primeras. Entre las cosas que se dicen del dinero es que se hizo redondo para que ruede, y de papel para que vuele, estos son algunos de los dichos favoritos, o si no de los favoritos seguramente que sí de los más practicados, porque ah como somos buenos para dilapidar capitales los mexicanos, a quienes nos quema en las manos el billete, y hay que tronárselo lo más pronto posible, para regresar a nuestro estado natural de brujez.
Hay gente más intelectual, algunos literatos incluso que han dicho que el dinero es un muy mal hijo, que por carecer de nombre o apellido, no reconoce a nadie, ni al que lo acarició ayer, el que lo procuró antier, y el que lo dilapidará el día de mañana, esto es algo que deberían saber perfectamente en las secretarías de finanzas de todos los estados y en la Secretaría de Hacienda, donde le andan buscando pedigrí, ADN, o lo que sea que pudiera identificar unos cuantos millones de dólares que Juan Pueblo sospecha con cierto grado de certidumbre que pudieran ser, o mejor dicho, que pudieran haber sido parte de cierto capitalillo saqueado de las arcas públicas en un sexenio ido. Y bueno, ya entrando en materia de política económica del nivel que usted guste y mande: del de las altas finanzas nacionales hasta el doméstico del domicilio más fregado de este país, sabido es que el dinero va y viene… mientras que las deudas se tienden a acumular de una manera pasmosa, fenómeno que se da sobre todo ante la indolencia de quienes deberían hacer algo para impedir que sucedieran dos de las tres cosas mencionadas, que el dinero venga sí, pero que se vaya o que nos endeudemos, eso no.
No deja de sorprender la actitud asumida por la Secretaría de Finanzas del gobierno del Estado, que olímpicamente ha dicho que un dinero localizado en cuentas bancarias en los Estados Unidos, el cual fue diligentemente incautado por las autoridades de aquella nación, en pleno ejercicio del derecho internacional que asiste a cualquier país que detecte que hay operaciones que se presumen ilícitas. El dinero y unas cuantas propiedades, bodegas, terrenos, mansiones, menaje de palacio, entre otras chácharas, todo a nombre del enemigo público número 2 de Coahuila, Javier Villarreal Hernández, de sus prestanombres, fue congelado por el gobierno norteamericano ante la sospecha más que probada de que correspondía a desvío de fondos públicos de cuando se desempeñaba con manga ancha por toda la burocracia en la administración de Humberto Moreira Valdés, y solo para redondear la causa, que tuviera que ver con el lavado de dinero.
Lo que decíamos de Finanzas es que se está portando como la señorita que andando muy propia por la calle, de repente da el azotón, y en estando en el vil suelo, se apura a levantarse sin importar daño físico a su persona o el aspecto que pueda tener, siendo lo único que le preocupa el asegurarse que nadie la vio haciendo el ridículo. Ni aun ante alguna picaresca cuchufleta de “se vale sobar”, pierde el estilo, al contrario, se enoja y la emprende a improperios contra el burlón, igual acá, ante la caída, ante el ridículo, ante la pérdida de gracia, de credibilidad, de presunción de contubernio en el desfalco, o de mera torpeza de que a Chuchita la bolsearon sin que se diera color, se enfurecen y se ponen a dar explicaciones que ahora sí, hacen sospechar una de varias:

que no tienen ni idea de lo que es el dinero en general y particularmente para el pueblo mexicano; que su candidez no tiene límites, y que apenas es comparable a su incompetencia; que no saben sacar tajada política de los asuntos que les caen entre manos, en una palabra, que de recaudación, no saben nada, y que por lo tanto, de todavía menos le sirven a uno de los gobiernos más pobres de los que se tenga memoria, uno que anda tratando de encontrar en los eriales coahuileños una nueva forma de gobernar… sí, una que no cueste un centavo y que aún así parezca que están haciendo algo.
Quizá le haya pasado o se haya enterado de esas cosas chuscas que rodean la inseguridad pública que asola a nuestro país y que tiene en primerísimo lugar a nuestro estado en lo tocante a violencia e impunidad: nos referimos al robo de autos, o no tanto al robo en sí, sino cuando el carro que le quitaron a un ciudadano aparece, ¿quien lo iba a pensar? En vez de estar todos contentos porque se hizo justicia, porque hubo una excepción a la regla de incompetencia de las autoridades, porque al menos el crimen no las gana de todas todas, no, se convierte aquello en un lío burocrático del que nadie quiere hacerse cargo.

Si el carro no aparece en los treinta días siguientes, el seguro paga al dueño, este va y se compra otro vehículo más modesto o más caro depende del tamaño de su trauma, la policía archiva el caso, el gobierno hace sus estadísticas de lo mal que estamos, y tan tan. Pero donde van encontrando el coche… entero o en pedazos, limpio o bautizado, ahora sí que se complican las cosas ¿llevar un proceso judicial de esos que se tardan años y años?, ¿reembolsar el dinero, pero a quien, al dueño al que ya se le pagó y que ya se embarcó con otro carro, al seguro que ya lo aplicó contablemente, y que no tiene manera de justificar esa entrada?, mejor que se quede robado, es menos papeleo.
Pues precisamente así están en la Secretaría de Finanzas con el caso este que les platicamos de los millones de dólares de Javier Villarreal, que el tesorero Chuy Ochoa se empeña en decir que no hay rastro alguno de que sean propiedad del gobierno del estado. O key, de entrada tenemos que darle la razón, no hay rastro porque que sepamos, la Secretaría de Finanzas no emite papel moneda, tampoco le pone un sello que diga “Aquí se sonríe” a cada billete que ingresa, digo para saber que es de ellos, no toman el número de cada billete para cotejar luego si es o no es propiedad del pueblo de Coahuila, y hasta donde sabemos, Finanzas comercia con pesos, no con dólares, eso de entrada, la lógica de Chuy es impecable y no hay huella ni de grasa ni digital ni de ningún tipo que pruebe que ese dinero estuvo hasta tal hora de tal día en la bóveda de la Secretaría, de donde salió en una bolsa de lona con un signo de pesos (o dólares) llevada en el lomo por un fulano de camisa a rayas y antifaz.

Pues sí, pero por eso y no por otra cosa se llama lavado de dinero, para que sobre los estados de cuenta, sobre las transacciones, sobre las operaciones encubiertas y las aparentes no halla huella de donde vino originalmente esa lana ni tampoco por donde pasó, antes de que la encontraran. Pero mire, es muy sencillo, casi para que en Castelar lo entiendan como que dos más dos son cuatro o que deuda barata a muchos años es más costosa que deuda cara a pocos años. Si los únicos ingresos, legales, que tenía Javier Villarreal provenían de la Secretaría de Finanzas, cualquier cifra que moviera aquí o en cualquier parte del mundo por encima de lo que le permitían sus ingresos es necesariamente ilegal y a cualquiera con medio centímetro de frente se le ocurrirá que lo sacó del cajón del que tenía llave, verbigracia, la Secretaría de Finanzas.
Que a lo mejor es que no quieren entrarle a un pleito jurídico con los Estados Unidos, es probable, ellos siempre han sido de la idea de que “lo caido caido”. Y si no al caso Shen Li Yi Gon nos remitimos, en que algún idiota, por no decirle idiota, de la PGR mandó contar el dinero allá porque en México nadie sabía contar hasta el ciento treinta millones ¿y pues qué creen?, pues que no nos lo regresaron.
A lo mejor es que no quieren hacerle el caldo gordo a los panistas, quienes estos sí, se revelaron como defensores del patrimonio de los coahuilenses contra los saqueadores y los baquetones que no hacen nada para recuperar lo robado. O quizá es que como ya está refinanciado, ya está autorizado por el congreso, casi como si aquí no pasó nada, ¿pues para que molestarse?, como con el seguro de los carros.
Nadie en Finanzas o en el gobierno estatal piensa ni por error,que haya que restituir el daño causado al pueblo, eso es desidia, negligencia y hasta complicidad, pero al menos bueno sería que tuviera la decencia de no ofender con eso de las huellas y los rastros, como se ve que estos no ven ni películas de detectives.

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