Esto sucede
Escribe: Miguel Ángel Kaiseros
Para levantar las campañas que permanecen invisibles para la comunidad, los candidatos a la presidencia municipal de Saltillo acordaron un debate sobre sus propuestas.
Los saltillenses esperamos un enfrentamiento en serio, donde los participantes se saquen todos los trapos sucios al sol, porque de no ser así, el debate terminará siendo una comparsa de complicidades, que a nadie conviene y mucho menos al pueblo.
Cuando se trata de perfeccionar la democracia, de transparentar las elecciones y de cerrarle el paso al poder a los malandrines, ya no vale aquello de que “hay que hacer debates de altura” donde los candidatos no se toquen ni con el pétalo de una rosa.
Ese tipo de “altura” color de rosa es indecente, porque el verdadero valor cívico de un debate político, consiste en hablar con la verdad y de denunciar a los pillos que nadando de muertitos y cubiertos de impunidad, tratan de sorprender a los ciudadanos para seguir robando.
Si en verdad los partidos políticos quieren cosechar la confianza ciudadana que tanto necesitan todos ellos, bien haría en exigirles a sus candidatos, que no se hagan alcahuetes al grado de cambiar la dignidad por un plato de lentejas.
Por otro lado, los ciudadanos todos, debemos cuidarnos de no legitimar con nuestro voto a pilletes que desde antes sabemos que no garantiza no honradez ni capacidad para hacer gobiernos al servicio de los más descamisados.
Regalar nuestro voto, a favor de
algún malandrín, es hacernos cómplices gratuitos de tales pillerías. El presidente Enrique Peña Nieto y los dirigentes de los partidos políticos insisten en el cambote a la corrupción, pues bien, les tomamos la palabra y empezaremos por no votar por sinvergüenza ni por dar por buenos debates de farsantes.
¡Haga un ensayito!
Seguramente todos hemos escuchado de políticos en campaña las habladas: ¡Haré un gobierno cercano a
la gente! ¡Gobernaré con las puertas abiertas para todos! ¡Tomaré decisiones escuchando al pueblo! ¡Mi gobierno hará las obras que el pueblo pida!, y muchas banalidades más sobre honradez, transparencia, rendición de cuentas y respeto a los derechos humanos.
Por supuesto ese es el clásico discurso de la política ficción a la que nos tienen acostumbrado nuestros mandones, que sin respeto a quienes
votamos por ello ni al erario se hacen ricos de la noche a la mañana para luego creerse de la alta sociedad. De esos conocemos muchos.
En tiempos de campañas políticas para alcaldes, es bueno recordar esa sarta de incumplidos para decidir a favor de quien será nuestro sufragio. Porque seguramente, cuando usted quiera hablar con su presidente o presidenta municipal, encontrará que en ninguna ventanilla lo atienden como lo merece cualquier ciudadano respetable.
Usted llegará a la oficina del alcalde y lo recibirá una secretaria con cara de sargento mal pagado. Antes de que usted haga su solicitud para hablar con el mandón en turno, la recepcionista le anticipará que está con el señor gobernador en una mesa de trabajo. Si bien le va lo recibirá otra persona que se limitará tomar su nombre, anotar su teléfono y le dirá que luego le habla. Por supuesto, nunca le hablan, sino lo que menos les interesa en perder unos con un tonto que votó por ellos.
Pero como la cibernética está de moda, en algunos despachos le entregarán un correo electrónico de correspondencia, pero igual, nunca recibirá respuesta de la persona que usted busca. Porque el funcionario requerido, siempre anda con el señor gobernador, ó con el presidente Enrique Peña Nieto.
Por pura curiosidad, haga un ensayo hoy mismo y verá cómo lo tratarán los alcaldes toda la vida que le queda por delante. Pero si ya ha sufrido esa amarga experiencia, de pararse donde nadie lo toma en cuenta, entonces es tiempo de que piense bien por quien va a votar.
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