Se acaba de publicar la realidad de lo que pasó realmente el 26 de Septiembre del año pasado, cuando asesinaron a los 43 estudiantes de nuevo ingreso, de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, cuando fueron enviados a reventar un acto donde iban a nombrar precandidata a la alcaldía de Iguala Guerrero, a la esposa de José Luis Abarca Velázquez, María de los Ángeles Pineda Villa.
Alguien tenía que decirle, no es de conocimiento público quien fue el encargado de pasar la noticia, pero alguien tuvo que ser, alguien tuvo que interrumpir la fiesta, el baile, la borrachera, y decirle a Abarca que los normalistas de Ayotzinapa estaban en la central de autobuses, quizás, estando sobrio, habría limitado su reacción, pero no lo estaba, no solo estaba borracho, también se enfureció porque le cortaron la fiesta, el ya tenía planes para la madrugada, planes que ya no llegarían.
Se comunicó con el jefe de la policía Francisco Salgado Valladares, quien no era nuevo en esto, había una larga lista de muertos y de desaparecidos a su paso, algo de esto se sabía por todas partes, pero a nadie le importaba en un país donde el poder político se cubre a si mismo de todo su estiércol.
Alrededor de Iguala, decenas de fosas conocidas por los vecinos eran insignificantes para el gobierno, para las organizaciones sociales y hasta para las guerrillas.
El silencio alrededor del narco se limitaba a culpar a elementos difusos “el sistema”, “el narcoestado” pero además de que estas consignas carecían de alguna mínima monografía creada por la sociedad para explicar por qué eran o qué eran, nadie decía ni dice que el crimen organizado son bandas de asesinos y contrabandistas formadas por sus vecinos, por los compañeros de primaria de sus hijos, por los amigos de la infancia, por gente de la misma comunidad, al parecer la educación guerrerense con maestros que se jactan de su compromiso con causas sociales no es antídoto a la persistencia de la criminalidad.
Dice el dicho en el norte del país “nuevos ricos, viejos narcos”, pero como en todo encubrimiento nadie veía los negocios que crecían de la nada, nadie indagó que Abarca había pasado de no tener ni local a tener una plaza comercial propia, eso no era objeto de debate público, ni de demandas sociales, era a lo mucho un ejemplo didáctico del capitalismo en acción, una respuesta a la pregunta de cómo hacerle para no ser pobre, la receta no es complicada, explotar a los demás, quedarse siempre la parte mas grande del botín, quitar del camino a quien estorbe y aliarse con quien haga falta, con el PRD por ejemplo.
Los normalistas no consideraron que terminarían asesinados por narcotraficantes, sencillamente porque el narcotrafico estaba fuera de los temas de su interés aun cuando estuviera alrededor de ellos.
Las fosas clandestinas ya eran una realidad antes de la noche del 26, los enfrentamientos entre bandas y la complicidad de la policía en todo el asunto ya eran parte del problema, pero ellos tenían una sola prioridad, presionar al gobierno por recursos para su escuela normal.
Los policías recibieron la orden con júbilo: tenían luz verde para matar. para ellos eso era una fiesta, para eso entraron a la policía, para echar bala impunemente y si había orden de arriba, no había de que preocuparse, no es que fueran nuevos matando gente, solo que normalmente la mataban en privado y sin usar uniforme.
Cuando el camión salió de la central de autobuses, ya estaban cortando cartucho, al principio creyeron que esto se saldaría como los tantos enfrentamientos en los que habían participado o de los que les habían contado, una refriega con piedras contra los policías, un juego de guerra que de preferencia debía terminar sin bajas para su lado.
Al principio parecía que si sería así, pero no sabían lo que venía, el normalista a cargo probablemente los arengó tras el primer enfrentamiento y se dirigieron a la central de autobuses al salir el retén parecía común, pero cuando trataron de hablar con los policías empezaron los disparos, ahí si nadie supo que hacer, de pronto los heridos de bala y los primeros muertos cayeron, el pánico se apoderó del grupo, uno de los normalistas trató de huir y corrió solo, su destino sería terrible, su cuerpo fue encontrado unas horas después con el rostro descarnado, su viuda es una de las pocas personas que ha hablado públicamente sobre las crueldades que los normalistas vivían dentro de su bunker ideológico.
La policía detuvo a los que pudo, a los que cupieron, a los que no pudieron correr a tiempo, dejaron ahí a los heridos y los muertos. en total subieron a 43 en las camionetas, los llevaron al cuartel de policía, no sabían muy bien los policías que seguía ahora, tal vez torturas, algunos cargos inventados y nada más, pero la orden que tenían había sido muy clara y en el cuartel se las explicaron más claro aún, tenían que desaparecer.
Los policías de Iguala o de Cocula son criminales violentos (como en todo el país se les recluta de entre los desempleados sin oficio que lo mismo podrían ser criminales por su cuenta, pero anhelan el poder que dan las instituciones) pero hay cosas que no hacen porque simplemente no saben bien como, son criminales, aliados a mas criminales, así que nunca falta quien haga el trabajo sucio.
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