En una de las salas del Salón de la Fama en Cooperstown, Nueva York, se encuentra el busto del coloso de ébano, Willie Mays, indiscutiblemente uno de los más grandiosos peloteros de todos los tiempos.
La placa que lo identifica dice que nació el 6 de mayo de 1931 en Westfield, Alabama, tiene una estatura de 5 pies con 11 pulgadas y el los días de su gloria pesaba 187 libras. Tira y batea con la derecha. Ingresó al salón de los inmortales en 1979.
En la placa se agrega que fue un jugador muy completo que escaló los más alto planos en todos los sentidos; como bateador fue explosivo y de gran poder, excelente en fildeo y un magnífico corredor de bases, su brazo fue muy respetado por los jugadores contrarios y su consistencia era admirable. Para muchos aficionados, ha sido el más grandioso de todos.
Se asienta que durante su carrera conectó 3,283 hits, 660 cuadrangulares y sostuvo un promedio global de bateo de 302 durante su brillante carrera.
Fue nombrado el Novato del Año en 1951, al hacer su presentación en las Ligas Mayores. Dos veces fue considerado el jugador más valioso de las Ligas Nacionales; participó en 24 juegos de estrellas y fue la bujía de los Gigantes de Nueva York para llegar a la Serie Mundial en cuatro ocasiones, luego de obtener el banderín de su Liga.
Lo que no dice la placa, es que Willie Mays, llenó toda una época de emociones para que los fanáticos beisboleros que no olvidan sus fantásticas atrapadas en el jardín central, donde patrullaba con seguridad más espacio que cualquier otro centerfield. El puso de moda un nuevo estilo de fildear que parecía convertir en fácil lo que era difícil y en difícil lo que para otros era imposible.
“The Basket” le decían los cronistas de AQUELLOS TIEMPOS (la canasta), porque acostumbraba a tomar los elevados en forma peculiar haciendo un hueco cerca de su pecho, como si la pelota cayera realmente en un cesto que no dejaba escapar ni las ráfagas del viento que la esférica cortaba en su trayectoria.
La atrapada que no olvidan los fanáticos de Nueva York, cuya fotografía dio la vuelta al mundo en 1954, fue la que realizó el coloso de ébano en Polo Ground el 4 de octubre ante cerca de 50 mil aficionados que colmaron ese día el estadio para presenciar el primer juego de la Serie Mundial entre los Gigantes de NUEVA York, campeones de la Liga Nacional y los Indio de Cleveland.
En la octava entrada del primer juego de la serie, el primera base de los Indios y quinto bat, Vic Werts, potente bateador, conectó un tremendo batazo que buscaba la cerca del jardín central. Mays, que jugaba un poco adelante vio salir la pelota del bat de Werts, se volteó hacia la cerca con la espalda al jom e inició una espectacular carrera para atrapar la bola antes de que ésta se estrellara contra la barda.
Los fanáticos del Polo Ground se pusieron de pie para brindar un prolongado aplauso al relámpago sepia que alzó la mano con el guante y la pelota, como quien muestra un trofeo y recorrió con la misma velocidad gran parte del enloquecido estadio.
Quien esto escribe, tuvo la suerte de presenciar ese juego de la serie y otro más al siguiente día. Además perdí alrededor de 200 dólares apostados a favor de los Indios de Cleveland, por el solo hecho de que en ese equipo jugaba nuestro compatriota Beto Ávila, quien había sido campeón bateador de la Liga Americana ese año, mientras que por la Liga Nacional obtuvo el título de bateo el portentoso Willie Mays, que encabezó la victoria de los neoyorkinos contra Cleveland en forma inesperada de cuatro juegos contra cero, en una de las más sorpresivas series del Clásico de Otoño.
Mays tuvo una meteórica carrera que lo llevó rápidamente al profesionalismo con el equipo de Trenton de la Liga de Nueva Jersey donde tuvo promedio de 358 de bateo en poco más de 80 juegos. Eso fue en 1950, al siguiente año pasó al Minneapolis de la Asociación Americana y sucursal de los Gigantes de Nueva York, donde bateo un asombroso porcentaje de .477 por lo que ese mismo año los Gigantes lo llamaron al equipo grande.
Para finales de mayo de 1951, Mays llegó a los Gigantes de Nueva York y su debut no pudo ser más desalentador. Los neoyorkinos estaban pasando por una mala racha y necesitaban con urgencia de un fuerte bateador que les diera consistencia y ayudara a Monte Irvin a empujar carreras. Leo Durocher el manager de los Gigantes que ya había visto a Mays en los entrenamientos primaverales, pensó que el jugador de color además estaba haciendo trizas a los pítcheres de las sucursales, era el hombre indicado y lo mando llamar.
E sus primeros tres partidos con los Gigantes, Mays no pudo conectar ni un solo hit y se mostraba sumamente nervioso.
Una anécdota que escuché en Nueva York allá en 1954, fue que durante esa mala racha de bateo, el astro sepia, decepcionado le dijo a su manager: “señor, yo no soy de esta liga, regréseme ust5ed a las ligas menores”, Leo Durocher, el legendario dirigente de los Gigantes por toda respuesta le dijo: “tu eres mi jardinero central y vete a cubrir tu posición”. Willie caminó al centrefield y continuó jugando. La siguiente vez tomó el bat para enfrentarse al mejor pitcher de ese época. Warren Spahn, estelar de los Bravos de Boston, Durocher le dijo a su cuarto bat y cañonero Monte Irvin, “anima a Mays, que está muy triste y decaído por su pobre bateo”.
El veterano jugador se acercó al novato y en su empeño por animarlo le dijo: oye muchacho, no pierdas el ánimo porque te han ponchado en tres veces anteriores, a mi me pasa muy seguido y no me preocupo”. Mays le clavó sus vivarachos ojos en el rostro y le respondió. “Si mi amigo, pero tu ya estás acostumbrado y yo no” Irvin regresó a la banca más apenado que nunca por el comentario.
Sin embargo, parece que la plática tuvo resultado positivo y que Mays prendió un lanzamiento de Spahn y lo depositó en las gradas del segundo piso. Si primer hit en las Ligas Mayores era un cuadrangular contra el mejor pitcher del momento. Terminó la temporada con una buena racha y los Gigantes llegaron a la Serie Mundial contra los Yankees, Mays fue nombrado el novato del año.
Los fanáticos de la época están convencidos que si el fabuloso Wille Mays no hubiera perdido dos de sus mejores años en el ejército, habría derribado el récord de 714 jonrones de Babe Ruth mucho antes que Hank Aron.
La placa de Cooperstown no dice que Mays fue la inspiración de muchos peloteros negros y blancos que luego llegaron a brillar en las Ligas Mayores tratando de emular sus hazañas. Cuando los Gigantes cambiaron su franquicia a San Francisco los aficionados del oeste americano tuvieron oportunidad de ver jugar a uno de los más grandes beisbolistas de todos los tiempos WILLIE MAYS, EL COLOSO DE EBANO…
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