
Un rápido lanzamiento de más de 90 millas cruzó por el home del Yankee Stadium aquella memorable tarde del 8 de octubre de 1956. Era el tercer strike del out numero 27 del 5º juego de la serie mundial. La hazaña se había consumado. Don Larsen, el pitcher de los movimientos raros, pasaba a la historia como el primer lanzador que hilvanaba un juego perfecto en el cásico de octubre,
Los más de 64 mil fanáticos que colmaron el estadio ese día, brincaron de sus asientos para brindar al espigado lanzador una de las ovaciones más prolongadas y merecidas que se recuerden en la “casa que Ruth construyó” y que ha sido escenario de grandes hazañas beisboleras.
Haber sujetado son conectar un solo imparable durante nueve entradas a un equipo tan poderoso como los Dodgers de Brooklyn, que tenía en su alineación a peloteros de la talla de Duke Snider, Jachie Robinson, Roy Campanella, Gil Hodges, Pewee Reese, Carl Furillo y Junior Gilliam entre otros, que formaban uno de los equipos más explosivos que han existido, era una hazaña de gigantes y Don Larsen lo había logrado para deleite de los eufóricos aficionados que ese día abarrotaron el más famoso parque de beisbol de aquellos tiempos.
A partir del quinto inning, la tensión fue en aumento entre jugadores y aficionados. Quienes no pudieron asistir ese día al estadio, escuchaban por la radio que en Yankee Stadium de Nueva York se estaba tejiendo el primer juego perfecto en los anales de las series mundiales.
En toda la historia del beisbol, únicamente se habían registrado seis juegos perfectos; el último de ellos en 1922, cuando Charlie Robertson de los Medias Blancas de Chicago logró la hazaña contra los tigres de Detroit. Desde entonces habían transcurrido 34 años. Sin embargo, ni uno de esos memorables juegos se había lanzado en una serie mundial. Don Larsen fue el primero y hasta la fecha el único lanzador que en juego de serie mundial haya sacado 27 outs en fila.
Después del out número 15, cada lanzamiento de Larsen iba procedido de un angustioso silencio que se convertía en clamor y ovación cuando el pitcher lograba dominar al bateador. En la séptima entrada, el manager de los Bombarderos del Bronx, Casey Stengel preguntó a su cátcher Yogui Berra, cómo sentía los envíos que le hacía el pitcher, Berra respondió que los sentía fuertes y con gran control, manteniendo la bola abajo, lejos de los grandes cañoneros de Brooklyn.
Llegó el noveno inning y tras algunos apuros para conseguir el out número 26, Don Larsen logró colocar en dos striks a Dale Mitchel, peligroso bateador que había entrado de emergente por el pitcher de los Dodgers, Salvatore Maglie, quien había lanzado un gran juego de solamente 5 hits y 2 carreras.
Más de 64 mil gargantas coreaban cada uno de los lanzamientos del pitcher que apenas hacía dos años había perdido más de 20 juegos en la temporada regular con los Orioles y que ahora estaba a un solo lanzamiento de pasar a la inmortalidad.
Don Larsen había hecho 96 pitcheadas a home y estaba a un out y a un solo tiro de consumar la gran hazaña. El ampayer de home, Babe Pinelli, detuvo por un momento el juego para limpiar el plato. Casey Stengel, aprovechó el momento para mover a sus jardineros buscando cerrar todos los espacios al bateador, Miche Mantle se cargó al prado derecho y lo mismo hiciedron Hank Bauner y Enos Slaughter excelentes defensores del campo neoyorkino.
Yogui Berra se acercó a su pitcher para calmarle los nervios y algo le dijo que provocó una sonrisa nerviosa en el fornido lanzador. Billy Martin, no dejaba de gritarle desde la segunda base, McDougald se movía nervioso en el short stop y Carey golpeaba su guante en la tercera base. El más nervioso de todos perecía ser el primera base Joe Collins, quien daba la impresión de estar rezando para que el batazo que saliera del bat de Mitchell no fuer por su lado.
Jugadores y aficionados se lanzaron al terreno de juego cuando el ampáyer Pinelli cantó el tercer strike del out número 27, una rápida bola a la que Mitchel hizo intento de batear pero que en el último momento detuvo el swing creyendo que el lanzamiento no era lo suficientemente bueno para ser strike. Obviamente, el ampayer no pensó lo mismo y con su acostumbrado entusiasmo levantó el brazo derecho para gritar el más angustioso out de las series mundiales. La hazaña se había consumado. Don Larsen logró esa tarde lo que nadie había conseguido en el beisbol, lanzar un juego perfecto en el Clásico de Otoño. La serie mundial.
Desde ese momento, el propio pitcher y los aficionados al rey de los deportes sabían que en Cooperstown habría algún día un lugar para el espigado lanzador que hoy se encuentra entre los inmortales del beisbol en el Salón de la Fama.
Ese año, los Yankees ganaron la serie mundial por décima séptima ocasión para Casey y Stangel, el grandioso mánager de los “Mulos de Manhattan”, significó su sexto triunfo en los clásicos de postemporada, pero los fanáticos: recuerdan con mayor fuerza, que fue el año en que Don Larsen lanzó su juego perfecto; el único en la historia de las Series Mundiales.
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