El Congreso del Estado aprobó otra ley absurda e impositiva que va en contra de los intereses y afición de un gran sector de la población de Coahuila.
Terminaron con muchos empleos directos e indirectos al prohibir las corridas de toros en el estado.-
Armillita… perdónalos, porque no saben lo que hacen.-
REPORTAJE ESPECIAL

La estocada que dierpn el gobernador Rubén Moreira y el Congreso del Estado a la afición taurina, retumba en el recuerdo de los grandes toreros que ha dado este estado comenzando con el maestro del Toreo Mexicano Fermín Espinosa “ Armillita Chico” y el Ciclón Lagunero, Valente Arellano.
Coahuila ha sido pródigo en toreros de calidad como Armillita Chico, quien alternó con los mejores del mundo en su época; Valente Arellano que revolucionó el toreo en México, Arturo Gilio que no solo destacó como matador, construyó una de las mejores plazas de toros El Centenario de Torreón, Ricardo Castro el orfebre lagunero, Joseli Ibarra, El Yeyo Aurelio Mora, Mario Mora y Jorge Mata.
Pero eso no fue impedimento para que los diputados obedecieran la orden de su jefe, sobre todo los del PRI, pesará en sus conciencias como fue la autorización de la megadeuda que tendremos que pagar todos los coahuilenses.
Existen otros casos de crueldad como es la muerte que les dan a las reses, borregos, chivas, gallinas y cerdos en los rastros, donde utilizan métodos más sanguinarios e inhumanos y las autoridades coahuilenses no dicen nada.
Todos sabemos que esto fue una revancha contra el empresario taurino Armando Guadiana Tijerina, por haber denunciado la megadeuda de 33 mil millones de pesos auspiciada y solapada por Rubén Moreira.
La prohibicion de las corridas de toros en suelo de Coahuila será un duro golpe para la economía ya que se generan empleos directos e indirectos como matadores y novilleros, fabricantes de ropa y enseres, ganaderos, boleteros, publicistas, medios de comunicación y muchos más.
No es verdad que sean solo el 16% de los coahuilenses los que apoyan la fiesta brava, habrá que darle una vuelta a las redes sociales donde la gran mayoría apoya la fiesta brava, porque habrá muy pocos coahuilenses que nunca fueron a una corrida de toros.
Plazas como la Armillita de Saltillo, Valente Arellano en Torreón y Coliseo de Torreón, donde han pisado los mejores toreros del mundo se podrían convertir en elefantes blancos. Así es como las autoridades fomentan las inversiones en este estado donde la inseguridad y la pobreza le da uno de los escalones principales a nivel nacional.
Las hazañas de Armillita y Valente Arellano no podrán ser borradas de la historias con un simple plumazo por quienes deben de defender los intereses de los ciudadanos y no ser cancerberos del ejecutivo.
ARMILLITA, de los grandes del Toreo mundial.

Fermín Espinosa Saucedo (Saltillo, Coahuila, 3 de mayo de 1911 – Ciudad de México, 5 de septiembre de 1978) fue un torero mexicano mejor conocido como Fermín Espinosa “Armillita Chico” o “el Maestro de Saltillo”.
Novillero
Fue hijo de Fermín Espinosa Orozco y María Saucedo Flores. La tradición taurina de su familia comenzó entre 1880 y 1885 con su tío Pedro, lo secundó su padre Fermín, quien fue banderillero y peón de brega. Su padre era conocido con el mote de “el Campanero”, pero el matador Saturnino Frutos “el Ojitos” prefirió llamarlo “Armillita” por el parecido físico que tenía con el peón español Esteban Argüelles a quien apodaban de la misma manera. Para distinguirlo de su padre fue llamado “Armillita Chico”, aunque el apodo ha sido utilizado por varios miembros de la familia.1
Se presentó por primera ocasión en el Toreo de la Condesa de la Ciudad de México, como becerrista, el 1 de agosto de 1924 cortando orejas y rabo, cuando tenía sólo 13 años de edad, por ello fue llamado “el Niño Sabio del Toreo”. El 21 de marzo de 1926 se despidió como becerrista y el 18 de julio hizo su presentación en el Toreo de la Condesa como novillero, esta tarde alternó con Julián Pastor y Edmundo Maldonado “el Tato”.
Alternativa
El 23 de octubre de 1927 tomó la alternativa con el toro Maromero, su padrino fue Antonio Posada y el testigo Pepe Ortiz. Debido a que tenía 16 años de edad, se convirtió en el torero más joven en la historia del toreo de México. El 25 de marzo de 1928 tomó la alternativa en España en la Monumental de Barcelona con el toro Bailador, su hermano, Juan Espinosa “Armillita”, fue el encargado de entregarle los trastos de matar y Vicente Barrera fue el testigo. El 10 de mayo del mismo año confirmó en Madrid con el toro Gaditano, Manuel Jiménez “Chicuelo” fue su padrino y Francisco Vega de los Reyes “Gitanillo de Triana” el testigo.1
El 5 de julio de 1932 se presentó en Madrid, le hizo una faena por naturales al toro Centello de Aleas, a pesar de haber pinchado siete veces, el público lo aclamó tanto que le fue concedida una oreja.2
El 26 de julio de 1934 alternó con Marcial Lalanda y Juan Belmonte en Barcelona en una corrida considerada como una de las más memorables en la historia del toreo; esa tarde Lalanda y Belmonte cortaron las patas a sus toros, por su parte, “Armillita Chico” hizo una gran faena al toro Clavelito, la cual le valió recibir orejas, rabo, las cuatro patas y las criadillas. Sus triunfos fueron muy frecuentes, a tal grado que se originó el rompimiento del convenio entre los toreros españoles y mexicanos, también llamado boicot del miedo. Se le consideró un “mandón de la fiesta”, pues se dice que controlaba la elección de los carteles de presentación de treinta y siete toreros.3
En México fue ganador de la Oreja de Oro en 1928, 1932 y 1937. El 20 de diciembre de 1936 se presentó en el Toreo de la Condesa, esa tarde cortó 6 orejas, 2 rabos y 1 pata a los toros Cantarito, Garboso y Pardito de la ganadería de San Mateo. Toreó 838 corridas, 338 de ellas en España. Durante su carrera recibió dos puntazos y algunas volteretas, la única cornada la sufrió el 20 de noviembre de 1944 por el toro Despertador en la plaza de San Luis Potosí. En 1946 fue premiado con la Rosa Guadalupana. Fue creador del lance con el capote conocido como saltillera.
Retiro
La última vez que se presentó fue en Saltillo, alternó con Lorenzo Garza y Silverio Pérez en festival organizado para recabar fondos y construir escuelas municipales. Durante su retiro se asoció con Rafael Flores, Félix Chávez y David Linares para construir la cuarta plaza de toros que existió en Saltillo, posteriormente fue demolida y en su lugar se construyó el hotel Imperial.1
Se trasladó a vivir a Aguascalientes, en la hacienda El Chichimeco crio toros de lidia y cultivó la vid. El mayor de sus hijos es el extorero y ganadero Víctor Manuel Espinosa Acuña. Después contrajo matrimonio con Nieves Menéndez, impulsó la carrera taurina de sus hijos Fermín y Miguel Espinosa Menéndez, tuvo también una hija llamada Martha Paloma.4 Murió el 5 de septiembre de 1978 a causa de una peritonitis aguda.5 Agustín Lara le dedicó el pasodoble Fermín, el cual ha sido interpretado por muchos cantantes, entre ellos Javier Solís y Plácido Domingo. En la plaza de San Francisco de Saltillo se erigió una estatua en su honor. El escritor español José Carlos Arévalo lo refiere como el mejor torero del mundo.2 La plaza de toros de Jalostotiltán, en Jalisco, fue bautizada con su nombre.
Valente Arellano, El Ciclo Lagunero

Valente Arellano (Torreón, Coahuila; 30 de agosto de 1964 – 4 de agosto de 1984) fue un torero mexicano.
Su debut fue en la Monumental Plaza de Toros México, Distrito Federal, el 26 de septiembre de 1982, cortando dos orejas a los novillos de la ganaderìa de “Rodrigo Tapia”. Su alternativa la tuvo el 4 de junio de 1984, en la
El único novillero que llenó la México, llenaba cualquier plaza
Monumental de Monterrey, de manos de Eloy Cavazos, en presencia de Fermín Espinosa “Armillita Hijo”, actuación donde cortó una oreja.
Un accidente de circulación le costaría la vida el 4 de agosto de 1984, mientras conducía su motocicleta, su verdadera pasión, a toda velocidad en una calle de los suburbios de su natal Torreón, en vísperas de una presentación que tendría lugar en un festival taurino en la Ciudad de Gómez Palacio, Durango, México.
Ha quedado instituido en su ciudad natal el trofeo Valente Arellano para el mejor novillero del año.
Crónica del accidente
Los minutos transcurrían con tranquilidad, cerca de la medianoche del sábado 4 de agosto de 1984, en las calles de Torreón, Coahuila. De pronto, en la oscuridad, apareció un chorro de luz zigzagueante y se escuchó un chirriante derrape de neumáticos, seguido de un impacto seco y de estrépito. Una Ninja 750 Turbo se estrelló con gran velocidad, primero en la banqueta de la calle. Brutal accidente. La hermosa motocicleta, dotada de lo más sofisticado en el ramo, quedó con motor ahogado, y a unos metros, quedó, aún con vida, el cuerpo de su piloto.

Se apagó raudo este prospecto al que se le consideraba una real promesa para convertirse en un diestro que hiciera época. No alcanzó el tiempo para conseguir el pináculo en la profesión y cumplir con el deseo que fue obsesión permanente en su interior: ser figura del toreo, el mejor de todos, lo manifestaba sin ambages.
Dueño de gran carisma
Desde pequeño mostró ser un mal estudiante, le “hacía asco” a la escuela, no así, a todo aquello con aroma a fiesta brava y a su símbolo, el toro.
Su padre, Valente Arellano Flores, un taurino recalcitrante, torero práctico, invadido de una gran afición, contaba con una biblioteca de gran nivel. Valente hijo devoraba esos escritos de los maestros revisteros de principios del siglo XX.
Su padre, quien por su actividad de enología, entabló amistad con don Fermín Espinosa “Armillita Chico” , por ser el maestro vinicultor, dio pábulo a que el chamaco se empapara en el medio taurino.
Cuenta la leyenda que don Fermín y don Valente tuvieron conexión por cuatro novillos, ya cuajados, que adquirió el padre del personaje de esta historia para matarlos en solitario.
Cuando fueron embarcados en el rancho Chichimeco, en Aguascalientes, los dominios de la casa torera de los Armillita, a don Fermín le picó la curiosidad de conocer a ese “valiente”. Y mucho le sirvió a Valente hijo ir a la hacienda con cierta constancia, observar tientas, torear vacas y escuchar con atención las indicaciones que a los toreros les impartía el maestro Armillita.
Al mismo tiempo, Valente Arellano tuvo la oportunidad de contactar con Fermín y Miguel Espinosa, con Manolo Arruza, con David y Alejandro Silveti, que ya despuntaban en el medio.
Por tanto, muy niño, un crío como se dice en el medio, debutó Valente en la plaza de Ciudad Lerdo, en la misma comarca lagunera. Lo hizo alternando ya con un novillero cuajado como era Alfonso Hernández El Algabeño y matando un lote fuerte, bien armado del hierro de Santacilia , de los señores Obregón.
Suceso que se produjo el 21 de octubre de 1979. Cortó una oreja, proeza importante, pero todos coincidieron que lo realmente trascendente era el impacto que causó y esa recia personalidad que destelló.
En los calendarios siguientes, 1981 y 1982, realizó una campaña importante en provincia. Incluso, se presentó en la plaza “La Florecita” de Ciudad Satélite. Igualmente unificó el criterio de la prensa y de los aficionados.
Los triunfos, que sumaba en provincia, de inmediato alcanzaron fama. Se hablaba con interés. La verdad es que provocó toda una tolvanera. Penetró en el ánimo de la gente y el chaval daba otro cariz a la fiesta. Propició que hubiera competencia en el primer tercio, o sea en los quites. Pero además, era un banderillero brillante, dentro de su capacidad, en su nivel de ese momento de su carrera, se proyectaba con la muleta y se iba tras la espada.
Cinco actuaciones como novillero en la Plaza México. Esa campaña de 1982 fue el elemento más distinguido y escribió folios importantes, junto con Manolo Mejía, torero técnico ciento por ciento, muy a la Manolo Martínez, su amigo y protector, y Ernesto Belmont, quien se convertía en un alternante difícil, pues iba a todas e intentaba todo y bien.
Valente debutó en el gran embudo capitalino, el 26 de septiembre, alternando con Eduardo Flores y Manolo Rodríguez. Le cortó dos orejas al novillo Campeador de Rodrigo Tapia.
Repitió con interés, lo que se reflejó en la asistencia, el 24 de octubre, con Manolo Mejía y Luis Fernando Sánchez. Novillos de Huichapan. Le correspondió un astado con mucha cara y pitones de nombre Fandango.
Las dos siguientes apariciones en la misma campaña fueron de convencimiento. El 7 de noviembre, alternando con Mejía y Belmont, se formó la que no estaba escrita. Los tres cortaron orejas, Valente, el rabo al novillo Pelotero, de Felipe González. Coincidencia: existe otro Pelotero, de San Martín, al que inmortalizó en el mismo escenario José Antonio Ramírez El Capitán.
Valente con desparpajo invitó a sus compañeros a que hicieran quites a ese novillo tlaxcalteca. La gente que suspiraba por algo así, estalló de entusiasmo.
Para cerrar el año, el 28 de noviembre, se repitió el cartel con Mejía y Belmont. Valente los superó, le cortó dos orejas a Mírame y otras dos a Chavelo, del hierro de La Venta del Refugio.
El año fatídico
Todo lo relevante que fue para Valente el 82, resultó de mal fario, el 83. En la México, actuó por quinta vez, el 13 de marzo, alternando con Rafael Martín y Ernesto Belmont, reses de Los Martínez. Escuchó un aviso en cada uno de sus enemigos.
Para colmo, empezaron los percances y sobre todo las fracturas que tanto daño hacen. El 4 de septiembre en San Luis Potosí, un novillo lo alcanzó, sufriendo rotura de ligamentos de la rodilla. De inmediato, en un avión del rejoneador Jorge Hernández Andrés, se le trasladó a El Paso, Texas. De todos modos hubo un receso y una inactividad inoportuna.
Su juventud, su fortaleza, hombre deportista, sanó rápido. Pero en diciembre vino otro grave percance. En la plaza de Pachuca: fractura del acromio clavicular izquierdo.
A medio año de 1984, el día 4 de junio, tomó la alternativa en Monterrey de manos de Eloy Cavazos y Miguel Espinosa “Armillita” de testigo, toros de San Miguel de Mimiahuapan. Cortó una oreja.
Le faltó tiempo, sólo toreó nueve corridas. Empezaba a tomar nuevamente el ritmo en el nivel de matador de toros.
Nada disfrutaba más, como el torear, que correr ¿o acaso volar? en su moto. En esa Harley Davidson 150, el estrés del toro era constante, se relajaba con la velocidad. Sí, sus pasiones arraigadas, el toro y su fina y hermosa jaca mecánica.
Una de ellas, lo que parece ilógico, fue el arma válgase la expresión que le cortó la existencia.
El astado lo respetó y su epílogo no fue sucumbir en la arena de un ruedo en la profesión que empezaba a caminar, que hubiese sido lo normal. Perdió la vida corriendo, lo mató la velocidad que imprimió a su moto en una calle de la ciudad de Torreón, en una noche de apacible calma.
Al día siguiente, 5 de agosto, se quedó anunciado en la Plaza de Monterrey.
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