La crisis de los 40, o la infelicidad de la edad media, se ha convertido en un tema de gran interés.-

ESCRIBE: JESUS MARIO GONZALEZ.-
¿Qué es la felicidad? Todos nos hemos hecho esa pregunta alguna vez en la vida porque es una realidad que es un estado que todos queremos alcanzar. La idea de felicidad la relacionamos siempre con una sensación, y explicar sensaciones es algo complejo, porque las sensaciones, esencialmente se sienten o explicado de mejor manera, se experimentan.
En términos generales la filosofía entiende que la felicidad es el objetivo al que tiende el ser humano como ser racional según sus preferencias personales o su personalidad.
Sucede que el concepto de felicidad cambiará notablemente al depender de que es aquello que se entienda por preferencias personales. Por dar un ejemplo, para Platón la felicidad está en el movimiento tranquilo, lo cual significa en el pensamiento griego la evolución o cambio sereno de las cosas, incluidas las que afectan a la vida. Aristóteles, como en tantas cosas, rechazará los postulados de su maestro Platón. En este caso lo que rechaza es la idea de diferentes tipos de bien, y dice que felicidad, placer y bien son la misma cosa.
Para él la felicidad deriva de la “actividad personal”, en definitiva, de todo aquello relacionado con lo que haga la persona. Por otro lado, uno de los filósofos contemporáneos que se preocupó por el tema de felicidad fue José Ortega y Gasset que en sus propias palabras nos explica, “Si nos preguntamos en qué consiste ese estado ideal de espíritu denominado felicidad, hallamos fácilmente una primera respuesta: la felicidad consiste en encontrar algo que nos satisfaga completamente.
Más, en rigor, esta respuesta no hace sino plantearnos en qué consiste ese estado subjetivo de plena satisfacción. Por otra, qué condiciones objetivas habrá de tener algo para conseguir satisfacernos.” Para José Ortega, la felicidad se produce cuando coinciden lo que él llama “nuestra vida proyectada”, que es aquello que queremos ser, con “nuestra vida efectiva”, que es lo que somos en realidad.
Según los últimos estudios científicos sobre este sentimiento hemos podido definir que la felicidad sigue una curva en forma de U, o conocida en el ámbito científico como campana de Gauss.
Entre los 18 y los 25 años de edad, esta curva se encuentra en lo más alto, baja considerablemente mientras más nos acercamos a los 50 años y vuelve ascender conforme envejecemos y se acerca nuestra muerte. Esto lo conocemos como la crisis de los 40 y está correctamente descrita en un sin número de artículos.
Se trata de un proceso gradual en que la energía y las experiencias nuevas que llenan la juventud, dan paso a las responsabilidades, las dudas y las frustraciones existenciales a medida que nos convertimos en adultos.
Richard Easterlin fue uno de los primeros científicos en estudiar la felicidad. Hacía los años 70s Richard se encontraba trabajando en la universidad de Pensilvania, tras analizar los datos que dejaron cientos de encuestas en todo el mundo, llegó a la conclusión de que más allá de cierto punto, los habitantes un país no son más felices aunque este siga incrementando su nivel de riqueza, por lo que su teoría respalda la hipótesis de que la felicidad traspasa las fronteras.
Un tiempo después, 20 años para ser exactos, David Blanchflower y Andrew Oswald retomarían el trabajo que Easterlin había realizado. Estos dos científicos de la universidad de Dartmouth, decidieron analizar la relación entre el trabajo y el grado de felicidad de las personas en diferentes países. En todos los lugares observaron el mismo patrón: el nivel de satisfacción con la vida disminuye para tocar fondo en algún punto entre los 40 años y los 50 años de edad.
A partir de ahí, el grado de felicidad comienza a aumentar hasta alcanzar su nivel más alto que en la edad adulta. La forma exacta de la curva y la edad en la que alcanza su mínimo nivel, varían entre otros factores por el país, el método de analisis y el método estadístico aplicado. En un estudio llevado a cabo en el 2008 en diferentes países, se definió a los 46 años como la edad en la que la curva en la mayoría de las personas, se encontraba en lo más bajo de la gráfica.
Un resultado similar obtuvieron Carol Graham y Milena Nikolova, ambos de la institución de Brookings, al analizar los resultados de una encuesta sobre la felicidad efectuada por la compañía Gallup en más de 150 países. En el estudio se pedía que los participantes calificaran su vida del 0 al 10 en diferentes etapas y edades. El menor grado de satisfacción vital fue elegido entre los 39 y los 57 años de edad.
Las explicaciones para este efecto conocido como la crisis de la mediana edad, se han centrado en factores socio económicos: los créditos, los divorcios, el estrés diario etc… Sin embargo, los humanos no somos los únicos que sufrimos este fenómeno. En 2012, y después de analizar el comportamiento de 500 simios, dos grupos de chimpancés y uno de orangutanes, en 65 zoológicos de Estados Unidos, Japón, Canadá, Australia y Singapur, se demostró que los chimpancés y los orangutanes también atraviesan una etapa de “crisis existencial” similar a la de los humanos. La diferencia es que en los sujetos estudiados, el mayor grado de infelicidad se da entre los 28 y 33 años. Según los autores del estudio, con este estudio se demuestra que el comportamiento de perdida de felicidad en algún punto de la edad media, se heredó de los ancestros comunes de las personas y de los demás homínidos actuales.
Según algunos biólogos, existen mecanismos corporales que podría explicar el descenso en el bienestar psicológico en la edad media. Es posible que algunas regiones del cerebro que procesan el bienestar psicológico cambien con la edad. O bien que tengan una gran influencia en los altibajos de los niveles de hormonas secuales que actuan sobre el cerebro, sobre todo la testosterona en hombres y los estrógenos en mujeres. Otra posibilidad es que influyan los cambios en la actividad de neurotransmisores relacionados con el bienestar, como la serotonina o la dopamina. Es conocido que los cerebros de las personas mayores reaccionan con menos ímpetu a los estímulos negativos que los cerebros de las personas más jóvenes. En 2012, un grupo de neurocientíficos Alemanes del Centro Médico de la Universidad de Hamburgo, usando escáneres cerebrales y otras técnicas para medir la actividad mental y emocional, concluyeron que las personas sanas de edad avanzada, tienden a sentirse menos infelices con las cosas que no pueden cambiar que las personas jóvenes.
Otros estudios han demostrado que el razonamiento social y la toma de decisiones a largo plazo, mejoran con la edad y que los adultos mayores se sienten más cómodos frente a la incertidumbre y la ambigüedad que las personas en las primeras décadas de la vida.
La crisis de los 40, o la infelicidad de la edad media, se ha convertido en un tema de gran interés es probable que, en pocos años, la ciencia sepa mucho más sobre la relación entre el envejecimiento y el grado de satisfacción de la vida e incluso que sea capaz de aplicar parte de ese conocimiento en ayudar a mitigar las épocas en las que más difícil nos resulta disfrutar de la vida.
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