Cuando vemos en viejas películas o fotografías la figura de Babe Ruth, nos preguntamos, ¿cómo es posible que un hombre que no tenía cuerpo atlético, sino más bien era regordete pudo haber sido el magnífico pelotero que por muchos años fue estrella de los diamantes?.
Sin embargo, el “bambino” además de ser un formidable bateador que dejó muchos records, también fue excelente lanzador y un jardinero respetable a pesar de cargar sobre sus piernas Más de 100 kilos de peso.
Hay otro pelotero que jugó la posición de receptor, tal vez la más difícil del beisbol, que pesaba alrededor de 8 kilos más que Ruth y que fue grandioso con la mascota, explosivo y constante con el tolete y sobretodo sólido apoyo para lanzadores de su equipo a los que dirigía con envidiable maestría.
Nos referimos a Ernie Lombardi, talentoso cátcher de los Rojos de Cincinnati que brilló intensamente en la década de los treinta y fue considerado en esa época el mejor receptor de la Liga Nacional.
Lombardi no podía correr y todos los sabían muy bien pero bateaba como muy pocos lo hacían y eso también lo sabían muy bien los serpentineros contrarios. Su aparente torpeza en las piernas fueron la comidilla de aquellos tiempos, como lo fue su poder con el garrote y su consistencia a la hora de batear.
Se mantuvo durante 17 temporadas en la gran carpa y al retirarse, sus números despertarían la envidia de muchos jugadores con más figura y sin duda más musculosos.
En 1853, juegos conectó 1782 imparables, entre ellos 277 dobles y 190 cuadrangulares el batazo más difícil de conseguir para cualquier pelotero es el de tres bases, porque requiere darle la vuelta al cuadro hasta la tercera almohadilla y parece estar muy lejos del alcance de los jugadores pesados, sin embargo, Lombardi se anotó 27 triples durante su carrera y al retirarse dejó un porcentaje de 306 puntos de por vida.
En 1968, tuvo una de sus mejores temporadas, los cronistas lo eligieron el Jugador más Valioso de la Liga Nacional por su excelente actuación en la receptoría y por haber conquistado el título de bateo.
Los corredores contrarios lo pensaban dos veces antes de tratar de estafarse una colchoneta cuando Ernie estaba detrás del plato, y muchos regresaban con la cabeza baja hacia el dogo ut porque habían sido eliminados por el certero brazo del callado pelotero de Cincinnati.
Fue un excelente apoyo para sus lanzadores a los que dirigía magistralmente porque además de ser un estudioso del juego, poseía una envidiable intuición y sabía como trabajar a cada a cada uno de los bateadores contrarios. Los pitchers, solía decir cuando lograban una blanqueada, “el gran mérito es de Ernie” que pide siempre el lanzamiento correcto.
Sus manos eran seguras y sus dedos parecían ser tenazas que sujetaban cada envío con maestría y elegancia. A pesar de su corpulencia tenía gran elasticidad y sabía desprenderse rápidamente de la bola para tirar a las bases y mantener a raya a los corredores. Cuándo lanzaba la pelota, parecía que esta había salido disparada por un fusil por la fuerza que llevaba.
Dos veces fue a la serie mundial con sus queridos Rojos, la primera en 1939 contra los Yanquis de Nueva York, equipo que literalmente borró del panorama a Cincinnati al derrotarlos en cuatro juegos seguidos, sin que los Rojos probaran el sabor de la victoria en la corta serie.
En 1940 Cincinnati volvió al clásico de otoño y se enfrentó a los Tigres de Detroit, equipo al que derrotaron cuatro juegos a tres. Lombardi ya estaba al final de su carrera y sólo participó brevemente en dos juegos, conectó un imparable en tres turnos.
La receptoría de los Rojos la cubrió regularmente James Wilson, un magnífico cátcher que jugó con los Cardenales de San Luis, cuándo estuvieron en la series mundiales de 1928, 1930, 1931.
Ernie Lombardi, el Gordo Maravilloso, tiraba y bateaba del lado derecho, nació en Okland California, el 6 de abril de 1908 y murió en Santa Cruz, California el 26 de septiembre de 1977. Ingresó al Salón de la Fama del Beisbol de la pintoresca aldea de Cooperstown Nueva York en 1986.
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