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LA MARCA A FUEGO

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BAILE Y COCHINO…

Por: Horacio Cárdenas.-

 

Corría el mes de noviembre de 1994, Carlos Salinas de Gortari había logrado consolidar ante la opinión pública mexicana y ante los organismos internacionales en materia económica, la idea de que había sido, con mucho, el mejor presidente de México. Era el gran innovador, el todavía más grande reformista, el que enfrentó y venció la mafia de los sindicatos, que había sacado al país del tercermundismo, para convertirlo en miembro de número del Club de los Ricos, donde había sido aceptado entre aplausos.

Todo fue que tomara posesión Ernesto Zedillo Ponce de León como presidente, y otra de las lumbreras del gabinete salinista, Jaime Serra Puche de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público luego de su brillante paso por la Secretaría de Comercio donde fue el magno responsable del TLC, para que se descubriera que aquello era puro teatro: la economía mexicana estaba prendida con alfileres, poquitos alfileres pues ni para eso alcanzaba, y… había que devaluar la moneda, destapar la cloaca de corrupción y engaño, y echar a andar un programa de austeridad para medio sacar adelante a una nación que había despertado a la peor cruda de un licor barato, corriente y adulterado. ¿Resultado?, no solo Salinas de Gortari no nos había avanzado los veinte años que decía, sino que a consecuencia de los llamados Errores de Diciembre, que por cierto nadie ha dicho nunca en qué consistieron, nos regresaron treinta atrás.

Lo de Carlos Salinas de Gortari rompía de facto con una regla no escrita del sistema político a la mexicana, el que se va, se echa encima tomar las medidas impopulares, esto para que el que llegue lo haga con un aura de salvador, de esperanza de que las cosas serán mejores. Salinas lo que quería era proyectar su imagen en el exterior, y en aras de ello sacrificó a su sucesor y de paso al país, ¿pues qué tanto es tantito?, ya después se ha vuelto a la cordura, si es que en política se puede hablar de esta abstracción.

Volteando la cara a Coahuila en el momento presente, nos encontramos con una situación bastante similar a la que se vivió en aquel 1994 y que tanto perjuicio ocasionó a México y a los mexicanos. Resulta que la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, luego de mucho devanarse la sesera, puso en marcha su muy publicitado Sistema de Alertas, invento previsto en la Ley de Disciplina Financiera de las Entidades Federativas y los Municipios, y que en pocas palabras busca balconear ante la opinión pública a los gobiernos de los estados que abusan de la contratación de deuda en daño de sus gobernados, por comparación con aquellos que cuidan este aspecto, otra vez, de cara a sus habitantes… y potenciales votantes en los siempre próximos comicios.

El sistema de Hacienda está hecho, según ellos, a prueba de tontos, es tan elemental como un semáforo, los estados que están bien en materia de deuda, están en verde, más o menos la mitad del país, otra mitad, está en amarillo, con distintos grados de gravedad en el manejo que hacen de las finanzas públicas, y los que están de plano mal, aquellos que, importa decirlo, están imposibilitados para contratar nuevos créditos, pues no están en condiciones de pagarlos, como tampoco de pagar lo que deben en la actualidad.

Desde que se creó el tal sistema de alerta, solamente un estado ha estado alguna vez en rojo, y ese cuestionable honor le corresponde no a otro que a Coahuila, entidad que durante parte del año 2016 estuvo en esa penosa y poco política situación. Ni que decir que todo el esfuerzo de la administración estatal se centró en arreglar las cosas de manera de pasar en el examen extraordinario de panzazo, para lo cual había más que suficientes oportunidades, pues la  medición se hace cada tres meses… o no tantas, porque se venía primero la elección y luego el cambio de sexenio, con lo que si la administración saliente se llevaba ese estigma, no podría quitárselo nunca de los libros de historia, bueno es un decir, pues estos no tratan esas minucias de la cotidianidad de los gobiernos y las burocracias.

Se aplicaron, claro que se aplicaron, hicieron circo, maroma y teatro, rompieron tendencias, se apretaron el cinturón hasta la asfixia, y lograron que Coahuila remontara el rojo para adquirir un bonito tono amarillo que lo mimetizara con la mitad de los estados del país, ya con la estrellita en la frente y el fin del sexenio a la vuelta de la esquina, pudieron respirar… que no es lo mismo a que el problema del endeudamiento público haya quedado remotamente resuelto, al contrario.

Con la sorpresiva autorización del Congreso del estado a la renegociación de la deuda ocurrida la semana pasada, en lo que los críticos del gobierno estatal calificaron como un madruguete en toda forma, la Secretaría de Finanzas estará en posibilidad de enviar el pago de la deuda de 37 mil millones de pesos a un futuro todavía más lejano. La explicación, somera, escueta, fue que se consiguieron mejores tasas de interés… a un plazo mayor en años, pero este pequeñísimo detalle, a nadie en el gobierno y menos entre los gobernados, parece quitarles el sueño.

La cuestión aquí no es si las cosas serán como las platica la secretaría de finanzas, sino como las interpreta la Secretaría de Hacienda, para lo cual no habrá que esperar demasiado, con la siguiente actualización del semaforito del Sistema de Alertas nos podremos dar cuenta los coahuilenses, y en general todos los mexicanos, si la estrategia oficial funcionó para darle solidez al manejo financiero, o si por el contrario, se las cuentan como contratación adicional de deuda, como violación a la  Ley de Disciplina Financiera de las Entidades Federativas y los Municipios, con las graves, leves o inexistentes consecuencias que esto pudiera traer, pues tan novedoso es el ordenamiento que no ha habido a quien aplicársela todavía.

Sea lo que sea, será la administración entrante, a que asume el poder el primero de diciembre, la que cargue con lo que haya que cargar. Veremos si la jugada que pensaron maestra operó como jugada de sacrificio propio en beneficio de la capacidad de maniobra del siguiente gobernador, o si este tendrá que pasearse entre sus pares con el estigma del color rojo como calificación de las finanzas estatales, claro, esto hasta que logre remediar la situación.

El momento es crítico, recuerde el mes de noviembre de 1994, lo que pasó luego es historia que el país tuvo que sufrir durante décadas.

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