Escribe: Alfredo Reyes Ramos.-
La “partidocracia” es una deformación de la democracia donde las oligarquías partidistas son las que asumen el poder soberano del pueblo, burocracias de partido que ahora, de manera perversa,también se asumen como ciudadanos comunesy que ciertamente en eso consiste hoy la peor amenaza de las mafias políticas.
Por eso es que cada día crece más la desconfianza en los procesos electorales, en las instancias que los organizan (INE y OPLES), las fiscalías que persiguen delitos electorales y, por supuesto, en las instancias jurisdiccionales.
La credibilidad en las instancias administrativas en materia electoral de este País está por los suelos, en una involución cercana a la antigua Comisión Federal Electoral, disculpando la exageración, pero es necesario hacerlo porque los últimos comicios así lo han mostrado y, asimismo, los más recientes acuerdos en el Senado de la República lo están confirmando.
Y es que en el Senado han votado a favor de una convocatoria para elegir al fiscal de delitos electorales (Fepade), de una manera muy retrógrada debido a que han eliminado los candados de no haber sido dirigente partidista o haber sido candidato a un puesto de elección popular durante los seis últimos años, con lo que ahora dejan abierta la posibilidad de que el fiscal de la Fepade pueda ser un dirigente partidista, como el “Niño” Verde”, “Chucho” Ortega o “Clavillazo”.
Asimismo, el consejero del INE, Marco Antonio Baños, ha externado que el Tribunal Federal Electoral no objeta el hecho de que los consejeros de los OPLES tengan preferencias o militancia partidista, lo cual es cierto, pero eso abona más a la involución del entramado electoral de este País.
Y en este contexto vale citarun pasaje de “Por la izquierda”, las memorias del periodista Miguel Ángel Granados Chapa, de quien con toda certeza se puede decir que es una vida ejemplar en la vida de México, testimonios que deberían leer muchos locutores-lectores de noticias que hoy se autoproclaman como “líderes de opinión”.
Dice Miguel Ángel –entrevistado por Silvia Cherem- que cuando Salinas de Gortari buscaba su legitimidad como Presidente, entre otras cosas promovió reformas al entonces muy devaluado Instituto Federal Electoral y, para tal efecto, optó por la figura de los consejeros ciudadanos.
Se hizo la reforma y fueron nombrados por la Cámara de Diputados seis consejeros verdaderamente ciudadanos, entre los cuales quedó Granados Chapa, cuyo nombre siempre figuró entre todas las combinaciones que se evaluaron.
Ante la posibilidad de que Granados Chapa tuviera que dejar el periodismo para ejercer de consejero, el columnista de “Plaza Pública” fue tajante: “Si concluyen que yo debo dejar de escribir, de antemano rechazo su ofrecimiento. Si ustedes quieren consejeros ciudadanos, no les quiten su condición de ciudadanos, no los hagan funcionarios”.
Entonces sucedió que las pretensiones de que Miguel Ángel dejara de escribir se toparon contra la firme convicción del periodista intachable: se tuvo que reformar la ley para que Granados Chapa siguiera escribiendo.El concepto esgrimido por el periodista es fundamental para la democracia: No otorgar enormes sueldos a su burocracia, ni permitir burocracias, en Alemania poca gente organiza las elecciones y al concluir un proceso, se van a su casa, a sus empleos productivos y sin sueldos, compensaciones o bonos de marcha.
Hoy prácticamente ya no tenemos consejeros ciudadanos, ni en el INE ni en los OPLES. Tampoco en otros órganos constitucionales supuestamente “autónomos”. La mayoría de sus miembros tiene nexos partidistas y conflictos de interés. Los regulan los regulados. Todos son altos funcionarios con sueldos que prostituyen la razón de su existencia. Nuestra democracia es la más cara del mundo, también es la más corrupta y cuestionada.
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