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Aportes a los problemas actuales de la Educación

PENSAR PARA UN MUNDO QUE AÚN NO EXISTE

Por: Dr. Ramsés Leonardo Sánchez Soberano.-

Históricamente, los problemas inherentes a la implementación de un sistema (económico, cultural, político, social, etcétera) impelen a la dificultad de lograr la interacción entre lo general y lo particular. Esta situación ya fue, desde su inicio, un problema inherente a las matemáticas pitagóricas y lo siguen siendo para todo aquel que pretenda formular un cambio o una transformación en la que se involucren formas y contenidos. Los mayores avances logrados hasta hoy en lo tocante a la interacción entre las objetividades formales y las individualidades (o singularidades involucradas con ellas) han tomado la vía intermedia donde los actores directamente involucrados deben tomar la palabra, por un lado, y se hace absolutamente necesario un mejor esquema de comunicación de los fines y objetivos del sistema. La evaluación y la acreditación de la educación superior no sólo responde a un mejoramiento cualitativo (que no esté supeditado a trámites burocráticos o irreflexivos) que sea capaz de elevar cualitativamente la calidad de las IES sino que en la misión, la visión y los objetivos de las Universidades y de los programas académicos están involucradas diversos modos de vinculación del conocimiento con los asuntos públicos y políticos. De modo que éstas deben atender, inicialmente, la manera en la que su lugar en el país, como centro de pensamiento e impacto social, está realmente comprometida para afianzar derechos y mejorar la calidad de vida. De modo que la relación entre lo formal y lo concreto o, si utilizamos un lenguaje que se ha hecho general, lo cuantitativo (la evaluación y la acreditación como sistema integral) y lo cualitativo (la investigación en el terreno o la atención a acciones parciales) debe ser pensada desde los efectos sociales que el imaginario de las IES ha logrado afectar y desde los compromisos que éstas llevan a cabo como agentes de cambio. Una forma de reconfigurar la función de las IES en nuestro tiempo sugiere una mirada sistémica, interdisciplinaria basada en métodos cruzados adaptables a la situación capaz de reorientar nuestra concepción de la ciencia para mejorar la idea de que las acreditaciones son meras formas de análisis y abrirnos hacia realidades que nos señalen lo que ha funcionado, para quién y en qué contexto. 

Si es posible lograr esto debemos pasar de una política de gobierno a una política de estado: una política pública de la acreditación y la evaluación basada en el mejoramiento de la sociedad a la que está dirigida. Para lograrlo, es imperativa, una política de gobierno abierto que ponga a disposición de todos los actores de la educación (ad intra y ad extra) el uso herramientas de gestión de calidad y herramientas de gobierno electrónico basadas en la transparencia para la participación social. Lograr una ecología nacional donde todas las voces tengan la facilidad de comunicar sus preocupaciones es un fenómeno al que nuestras Universidades le están en deuda. Esto señala, por un lado, que es necesaria la colaboración entre el sector público y privado en la IES y que gracias a esta mejora en la comunicación entre ellas será posible alcanzar bienestar social, bien común y contribuir al desarrollo sostenible (no únicamente a nivel economicista sino social, cultural y comunitario). Si los elementos que dirigen la identidad de las IES pueden ser verdaderamente orientados hacia el bien común la calidad a la que aspiran nuestros centros de enseñanza podría dejar de estar supeditada a la eficacia o a la formación de fuerza de trabajo (psíquica o física) conveniente al campo de saber de nuestras sociedades técnico-informatizadas y sólo así podría aspirar a una verdadera formación vital que no sea posible compararla con la lógica de la mercancía. 

Es por lo anterior que es necesario evaluar la eficacia con la que las Universidades mejoran la vida de sus alumnos, sus profesores, sus directivos y que esto suceda de la mano de actores sociales y políticos comprometidos con una calidad de vida, no sólo futura, sino que pueda comenzar a sembrarse desde hoy para acreditar que el futuro, después de esta terrible pandemia, no está del todo destinado a la desesperanza y la oscuridad. 

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