BAILE Y COCHINO…
Por Horacio Cárdenas Zardoni.-

Una de las más acendradas tradiciones de la política mexicana era la de que no había presidente, gobernador, alcalde, funcionario o legislador, que no dijera cada vez que la oportunidad le salía al paso, que él gobernaba por igual para todos los mexicanos, “sin distingos” de ninguna clase.
Parecía consigna, no importa cuÁnto odiaran a sus predecesores, ni si provenían de distintas posiciones en el espectro político o ideológico, todos y cada uno de ellos coincidían en decir exactamente eso, que a la hora de ser investidos para un nuevo cargo, se deslindaban de su partido, el que los había encumbrado a esa posición de poder y que deseablemente los volvería a postular a otras mayores hasta el mismísimo Olimpo, porque de allí en adelante y hasta concluir con su encomienda, se dedicarían a servir a todos por igual, sin preferencias, evitando cualquier discriminación de clase, género (sexo que le decían antes), preferencias sexuales, origen étnico, y la más marcada de todas, pésele a quien le pese, la distancia entre pobres y ricos.
Algunos políticos llevaron su distanciamiento respecto al partido que los llevó al poder, a extremos de sentimiento. De sentimiento del partido, que se sintió abandonado, menospreciado, y llegaron a acusar de mal agradecimiento a quien así se portaba, recordamos el caso de Ernesto Zedillo, quien entrara de emergente luego del asesinato de Luis Donaldo Colosio, fue ungido candidato no por ser el primero en la línea de sucesión, sino que por haber renunciado al gabinete para hacerse cargo de coordinar la campaña presidencial, era el único que no estaba impedido por la constitución.
Luego de aceptar el triunfo de Vicente Fox en la elección seis años después, fue acusado de traidor al PRI y se le quiso hasta expulsar del partido que vivía su primera gran derrota, luego llegaron otras con lo que ya se acostumbraron a perder, más que a ganar.
Pero estábamos con lo de la declaración de gobernar para todos por igual, esto puede ser que tenga su origen en la idea de que México tiene un gobierno republicano, representativo, democrático y federal. de tanto que nos han repetido esas frases, tendemos a creérnoslas, a repetirlas en forma de discurso, por más que a la hora buena de ponerlas en práctica, no seamos tan sinceros como según decimos ser, y es que a qué más que la verdad, todo el mundo tiene su corazoncito bien puesto, y tanto, que hay sectores, regiones, ciudades, grupos de población, a los que se favorece por encima de cualquier otro.
Pese a todo lo que se declare, es lo natural, y hasta comprensible, después de todo, más temprano que tarde se acabará la gubernatura o la presidencia, y al regresar al terruño lo que menos quiere un político en retiro es que le reclamen cada vez que lo ven sus paisanos, que no hizo nada por ellos.
Miguel de la Madrid hizo mucho por Colima, que era uno de los estados más atrasados del país. Sonora se quedó esperando los beneficios de Colosio, pero ya había tenido varios presidentes, Fox benefició a Guanajuato y Peña Nieto al Estado de México, solo Andrés Manuel López Obrador, a lo mejor nervioso por ser la primera o segunda ocasión que se subía a un helicóptero, al sobrevolar las zonas inundadas en su natal Tabasco, confesó sin que se lo preguntara nadie, que había dado la orden de desviar la corriente del río para que las aguas no afectaran directamente a la capital, en cambio, en sus propias palabras, sí a las áreas habitadas por los más pobres.
Allí hubo una contradicción, y de las graves, pues si de algo ha presumido el mandatario actual es de su preferencia por las clases marginadas, “primero los pobres”, es su frase desde la campaña, las campañas, misma que sigue repitiendo cada vez que puede, por más que luego la haya explicado como que se trataba de una estrategia política, pues en el momento en que se les necesitara, los pobres a quienes hace beneficiarios de sus programas asistenciales, acudirían en su defensa.
Pero por gobernar pensando primero en los pobres, a los que no son tan pobres les ha dado un tratamiento rayano en lo despótico, en el desprecio y hasta la ofensa, en la humillación no, porque faltaba más, estos no son de los que se dejan. Incidentes los ha habido por decenas, si no es que cientos.
Cada vez que puede, ¡rájale!, el presidente acusa a las clases medias de no seguir su proyecto, como en el caso de las elecciones intermedias en que le voltearon la espalda a los candidatos de MORENA en la ciudad de México, a las clases medias las acusa de aspiracionistas, de siempre querer más y más, en vez de conformarse con lo que buenamente tienen o lo que el gobierno gentilmente les proporciona, de lo que les quita a otros, obvio, porque el dinero no sale del aire.
Se ha acusado a esta época, a este sexenio y a este presidente, de propiciar la polarización, la frase bíblica llevada a doctrina de gobierno, el que no está conmigo, está contra nosotros, en un giro que no sabemos si fue porque se arrepintió al momento mismo de ir a pronunciar el “mi”, y por eso lo cambió por nosotros, o porque muy al estilo de las monarquías de otros tiempos… que perduran hasta estos, no se conforman con hablar de sí mismos en primera persona, sino que eligen la tercera del singular o como en este caso, la primera del plural.
Aquí no es que estemos los pobladores de este país a favor o en contra del gobernante, lo cual es importante en cuanto que facilita o estorba la función de gobernar, sino lo que venimos diciendo desde el principio, de que el mandatario esté a favor o en contra de algunos de sus gobernados, o sea del pueblo, o sea usted y yo. Es entonces cuando comienzan a adquirir las revelaciones, los discursos, las palabras sueltas, su justa dimensión.
En el caso concreto de que Tesla instalará una megaplanta en territorio mexicano, es entendible que el gobernador de Nuevo León se ponga feliz y que los otros 31 sientan tristeza y envidia de no haberlo logrado.
Igual con un presidente municipal contento y dos mil quinientos a disgusto, pero tratándose del presidente de la nación, feliz debería estar que eligió al país y no cualquier otro del mundo, debería brindar todo el apoyo para el estado que salió ganador y redoblar esfuerzos para apuntalar a los otros, a lo mejor con proveedores subsidiarios, pero como López Obrador no hay otro, él no solo quiere que Tesla se instalara en su estado o en alguno otro gobernado por MORENA, sino que además intentó vetar, y obstaculizar que se instalara en lo que se podría considerar la región ideal, si no por otra cosa, por su cercanía con la frontera con lo que es el mercado a donde van a ir a dar sus productos.
López Obrador prefiere Tabasco, hasta allí no hay problema, pero que intentara bloquear a Nuevo León y a toda la región norte, allí sí que lo hay, y grave. De entrada propició la reacción del gobernador de Coahuila: a nosotros no nos ningunea nadie, de presidente para arriba y de presidente para abajo.
Esto pudo terminar mal ¿dónde?, no queremos ni pensarlo, porque antes que Nuevo León Tesla pudo irse a Guatemala, aunque eso es lo de menos, lo de más es la división y el odio que desde la presidencia ha inspirado entre mexicanos, y eso sí, que es imperdonable.
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