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Relaciones peligrosas

*** Las zalamerías de Rubén Moreira parecen buenas, tan buenas como el infierno que no deja de estar empedrado de buenas intenciones.

*** Alejandro Gutiérrez tomó una invitación –perversa como todas las acciones que realiza el gobernador– con extremada cautela.-


conejillo
Nunca termina uno de sorprenderse de los vuelcos que suelen dar los acontecimientos políticos, más los que se suceden a diario en Coahuila donde el que gobierna, Rubén Moreira Valdez, es tan lento de entendederas que quiere subirse al tren del futuro cuando éste partió desde un día antes de la estación «Nuevo Sexenio».
Sin embargo, en un intento por recomponer los errores, por regresar en el camino andado, en un abrir y cerrar de ojos, Moreira decidió dar por terminado su juego político con el que pretendía seguir gobernando Coahuila, a través de Miguel Angel Riquelme Solís para mostrarse sonriente con quien cree que puede ser su sucesor: Alejandro «La Coneja» Gutiérrez.
Desde principios del 2015, fraguó las tareas de posicionamiento, giró instrucciones, acomodó a sus soldaditos, «recomendó» a sus principales colaboradores que trabajaran en favor de una posible candidatura del actual presidente municipal de Torreón quien, ni tardo ni perezoso, decidió entrar a ese juego perverso sabiendo que, al iniciar el próximo sexenio, no controlaría nada ni a nadie, que seguiría mandando Rubén Moreira desde la casa de enfrente.
Esto pareció no importarle al lagunero Riquelme Solís. En política la casa es muy grande pero la puerta de acceso es muy chica y quienes quieren entrar a ella deben hacerlo empinados. Por eso decidió prestarse al juego maquiavélico de quien dice mandar en Coahuila, ya después haría los amarres necesarios para eliminarlo del mapa de la política estatal, –como Rubén intentó hacerlo con su hermano Humberto quien desde el exilio le sigue haciendo más sombra que las nubes al sol–. Basta con escuchar a la gente «¿El profe? ¡Ese si era bueno! al hermano ese todo atufado ni me lo miente», es el sentir, palabras más, palabras menos de una ciudadanía que día a día padece los abusos que se cometen desde el poder omnipotente de quien gobierna desde el Palacio Rosa, ¿o desde el Continente Asiático?
Todo iba a pedir de boca. Miguel Riquelme dispuesto al juego político, una carta alta de la baraja de Rubén Moreira hasta que llegó al PRI nacional el sonorense Manlio Fabio Beltrones. Más conocido como «Don Beltroni» por su forma de concertar acciones políticas, ayudar a sus amigos o destruir a sus enemigos.
Ahí, el gobernador se vio obligado –por motu propio jamás lo hubiera hecho– a dar un golpe de timón y sacó un as de la manga. Invitó a La Coneja a recorrer alguna de «sus obras», que se realizan en saltillo con recursos federales y hasta le mandó poner el nombre de Alejandro Gutiérrez Gutiérrez a una calle. Además ordenó a sus fotógrafos captar esas imágenes y subirlas a redes sociales para que «Don Beltroni» se diera cuenta de que en Coahuila se quiere y aprecia al principal asesor que tiene desde hace ya muchos años.
Sin embargo, Alejandro Gutiérrez tomó la invitación –perversa como todas las acciones que realiza Rubén Moreira– con extremada cautela. Decidió no aparecer al lado del gobernante al que le espera, no lo dude, el juicio ciudadano. Porque el pueblo sabe que fue él y no su hermano Humberto el que saqueó a Coahuila. Y eso quedará más que claro en los próximos meses.
En fin, «La Coneja» sabe que esa invitación conlleva a una relación peligrosa de la que puede salir más que perjudicado.
Quienes conocemos a Alejandro Gutiérrez, desde ya hace algunos ayeres, sabemos que es un hombre de una sola pieza que jamás se prestará a los enjuagues de corrupción y ladronaje articulados por Rubén Moreira y sus compinches.
No es un político al que se convence fácilmente. Sabe que entrar al juego de Rubén es participar en una relación peligrosa, sumamente peligrosa, que lo puede llevar a la debacle. Debe poner oídos sordos al canto de las sirenas, a las acciones aduladoras, –como ponerle su nombre a una calle por donde nadie pasa, hacer una cancha deportiva en el ejido Santo Domingo, cuna de los Gutiérrez, o invitarlo a realizar un recorrido para ver el avance de obras federales– de un gobernador que hoy lo único que trata de hacer es salvar su pellejo, que intenta salir lo mejor librado posible después de cometer cuanta fechoría le vino en gana.
Porque es secreto a voces la corrupción que ha desatado a lo largo y ancho del estado. Su afán de enriquecimiento, sus abusos, sus medidas sin límite que han llevado a la entidad a padecer la crisis económica más grande de su historia.
Pero, para quienes conocen al gobernador Moreira, saben que su perversidad no tiene límites. Por eso, Alejandro Gutiérrez debe tener cuidado con ese llamado a entablar relaciones políticas para congraciarse con su padrino «Don Beltroni».
Mientras le dan la suave por el frente, por la espalda clavarán un cuchillo, porque a través de David Aguillón, de la Fundación Colosio y con el dinero que arrebatan a los trabajadores de Torreón, seguirán apoyando, en forma paralela, la posible candidatura de Miguel Riquelme.
Todo es claro, más claro que ni el agua. ¿qué puede esperar Alejandro Gutiérrez de un hombre que traicionó a su propio hermano a tal grado que ya hasta quiere borrar el logo de «El Gobierno de la Gente» de cuanta obra se hizo en el sexenio pasado o de plano vender esas obras a particulares, como lo hizo con el teatro del pueblo de la ciudad de Monclova?
Si bien, es cierto que Alejandro Gutiérrez vio brillar su estrella política con la llegada de Manlio Fabio Beltrones al PRI, también es más cierto que olvidó alimentar a su grupo, dejarse ver entre la gente, por lo menos la de Saltillo y ahora, marcha con dificultad para alcanzar el cargo que siempre ha ambicionado.
Pero no debe llegar al extremo de agarrarse de un clavo ardiente, como lo es el actual gobierno de Coahuila. Las zalamerías de Rubén Moreira parecen buenas, tan buenas como el infierno que no deja de estar empedrado de buenas intenciones.

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