ASÍ LO CREO.-
Por Antonio Pérez Hernández.-
Vaya tarea titánica y, al mismo tiempo dinámica, la que tiene enfrente el Partido Revolucionario Institucional en su pretensión de retomar el lugar que durante muchos años tuvo en la política nacional y que recibió un golpe casi mortal en las elecciones del pasado primero de julio.
Es un reto gigantesco buscar y lograr ubicarse, de nueva cuenta, en una organización con una militancia fuerte y con sectores de representación nacional, como son el obrero, campesino y popular que oficialmente todavía forman parte del Instituto con esquemas realmente obsoletos.
Al presentar su renuncia a la presidencia del PRI, René Juárez Cisneros, lamentó que haya tenido que pasar mucho tiempo para que los cuadros directos del Tricolor se dieran cuenta que los desaciertos, equivocaciones y errores se acumularon hasta casi derrumbarlo.
El ex gobernador de Guerrero quiso ser muy elocuente, franco y convincente en sus palabras, pero la caída del partido era una derrota cantada, cuando ya no había reversa para reconvenir a sus dirigentes de que voltearan hacia la ciudadanía, hacia los que menos tienen, al pueblo.
La ambición del poder por el poder pudo más que trabajar por las causas populares, por el mejoramiento de las mayorías, que decía representar, y por el bienestar de la nación; por la unidad de los mexicanos y la fortaleza de sus instituciones para hacer de la ley faro y guía en nuestra vida cotidiana.
Queda al frente del priismo Claudia Ruiz Massieu, quien parece que acepta la encomienda para atemperar las aguas, mientras, como dijo el propio Juárez Cisneros, se hace una pausa a la reflexión sobre los pasos a seguir para reinventar al Revolucionario Institucional.
De cuantos “distinguidos priistas” tendrá que prescindir el partido, para darle un nuevo rostro, “destacados priistas” que aprovecharon serlo para tener prebendas, concesiones, cargos y puestos públicos en los que menos les interesaba era servir a la comunidad, con la idea de que nada cambiaría.
Cuántos renunciarían a sus privilegios y prerrogativas, para convertirse en políticos honestos y serviciales, sin el afán de riqueza y poder, solo con el amor a un partido que tiene un lugar en la historia de México; está muy difícil, son de visión corta y se cobijarán en la intriga y el disimulo. Así lo creo.
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