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Por Héctor Barragán.-

Demasiado largas vacaciones, debidas al temor de contagio al coronavirus, o COVID 19, que ha producido más muertes en un cuatrimestre que el combate al crimen organizado en un año, y amenaza con matar a más mexicanos en el resto del 2020, y lo peor, prolongar su carrera mortal al siguiente año.
Persiste la idea de que la vacuna, que se producirá en breve, resolverá el problema, pero una vacuna es preventiva, no curativa, y se requerirá en una cantidad gigantesca, como que el riesgo es para siete mil millones de habitantes del globo. Lleva implícito un costo enorme, fuera el alcance del público, unos cuantos dólares pero para una demanda potencial de la población total del planeta, haría que pocos países pudieran sufragas el costo, sino para una porción insignificante de sus habitantes.
En este panorama, y el elevado riesgo que los especialistas aseguran que hay que contagiarse y frente a una capacidad mínima de atención médica por materiales, equipo, profesionales, auxiliares, la vieja máquina de escribir, ni eléctrica ni mucho menos computarizada, se había negado a funcionar.
Y ahora un poco de filosofía,
LA MENTIRA
El primer ser humano no tuvo que mentir a nadie, porque no había y luego, ya en grupo, algunos se dedicaban a cazar, en tanto que otros tuvieron que fabricar instrumentos, armas, para facilitar el trabajo de los primeros.
Los industriosos consiguieron especializarse, volverse más hábiles en su labor con lo cual obtuvieron beneficios por encima de los demás, que lograron acumular y convertir en medios de acrecentar su patrimonio, su pequeño caudal.
Se adueñaron primero de la tierra, que con el tiempo les sirvió para lograr frutos excedentes y con esos medios, “contratar” trabajadores a los que no tuvo que pagar el valor completo de cuanto producían.
El grupo de propietarios era pequeño, y el de los no propietarios cada vez más numeroso, con lo cual la riqueza producida era mayor cada vez, en tanto que las remuneraciones individuales eran precarias.
Los propietarios lo eran de las tierras, de los lugares de trabajo, de los lugares para habitación, de los productos de consumo, que siempre se ponían a disposición de los compradores, clientes, pueblo, con valores muy por encima de sus costos de producción y valores del servicio.
Se inventaron los gobiernos y estos las leyes, para garantizar los derechos de los propietarios y la mentida de que las cosas valían los que sus productores (intermediarios y vendedores dijeran) y la posibilidad abierta para que cualquiera se convirtiera en productor y millonario.
El problema sin embargo es más grande por la discrepancia entre ambos grupos, los propietarios acumulan bienes y valores interminablemente, superando pronto y sin darse cuenta el nivel suficiente, el cual es sencillo encontrar, en el momento en que sus recursos son excedentes, su ganancia, utilidades o remanentes, se vuelven estériles.
Son los recursos destinados a los lujos, a una cada demasiado grande, con instalaciones que no usan sino rara vez, vehículos de características estrafalarias y que jamás van a aprovechar.
En tanto esos millones improductivos hacen falta para promover actividades productivas al campesinado, a los aspirantes a obreros que producirían lo necesario al mercado marginal o potencial de la mitad de la población del país, que por cierto no cuenta con recursos y habría que darle empleo previamente.
Mentiras implícitas las hay también en los aumentos al salario mínimo que ofrece el gobierno y los empresarios que en mediano plazo, estos últimos se encargan de reducir a falsedades; otro tanto habrán de hacer con las pensiones, que los empresarios ofrecen llevar al 50% o más del último salario, con cargo ( las primas o cotizaciones,) al empresario, que tendrá que desvirtuar porque no están hechos los empresarios mexicanos, comerciantes y demás, a sacrificar su tasa de ganancia, o el tiempo lo dirá, pero que sería en detrimento del país, vía la clase laborante.
La terrible epidemia tendrá en el plazo inmediato, apenas se reanude la actividad económica, el efecto de sujetarse a una reducción general del 20%, que es lo que se pierde en el volumen global de la producción, el PIB.
Pero muchas empresas no conseguirán volver a sus actividades, otras verán reducidas sus operaciones, algunas perderán para siempre a sus mejores trabajadores.
Pero en términos globales, la planta productiva habrá perdido su capacidad de producción y una porción importante de los trabajadores no encontrará acomodo.
Salvo que se encuentre la manera de abrir nuevas y millonarias fuentes de ocupación, necesarias al país y por supuesto a los consumidores.
La IP presiona al gobierno para que invierta, sin considerar que lo está haciendo, no en créditos a casas, que hoy carecen de clientela obrera, no en aeropuertos de lujo como el de Texcoco, porque se construye el paso transístmico, el Tren Maya, acceso ferroviario al sureste, el aeropuerto de Santa Lucía, y las ampliaciones al Benito Juárez y al de Toluca, miles de créditos a los pequeños productores, apoyos millonarios a consumidores, estudiantes, etc. mientras los inversionistas mexicanos esperan los beneficios del tratado internacional y los contratos con el gobierno mexicano.
Por cierto, las cuentas del sector oficial amenazan con volverse números rojos, a causa de las cuantiosas inversiones en medicamentos, investigaciones sobre vacunas, aportaciones para esto mismo, que se informan siempre en millones de dólares… y todavía no acaban.
No obstante los ahorros en sistemas administrativos más limpios y eficientes.
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