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La decadencia de la Iglesia con Raúl Vera

Raúl Vera. A través de Rubén Moreira, los coahuilenses cargaron con algunos de sus gastos.
Raúl Vera. A través de Rubén Moreira, los coahuilenses cargaron con algunos de sus gastos.

Su cercanía con el gobierno estatal que dispendiaba millones del erario para su institución, terminó por cobrarle factura, Vera como representante del Vaticano se negó a excomulgar primero a Humberto Moreira por firmar el decreto de pena de muerte y más reciente, al actual gobernador Rubén Moreira  por la iniciativa de legalizar el aborto en el 2014.

ESCRIBE: OSCAR TABAREZ.-

El laureado Obispo de Saltillo y auto llamado promotor de las causas justas está cerca de cerrar su ciclo como titular de la Diócesis. En números cuenta sus detractores por igual que sus promotores, entes irreconciliables entre sí adentro o afuera de su esfera religiosa, con el no hay puntos medios. La polémica lo acompañó desde el inicio, su nombramiento, a finales de los 90s lo exiliaban políticamente desde San Cristóbal de las Casas, Chiapas en plena efervescencia zapatista a la Siberia del conservadurismo jubilando a Villalobos y pasando por encima de algunos prospectos locales que se sentían ya instalados en la Diócesis y que no ocultarían su malestar. Vera es un gladiador pero estaba lejos de Roma donde están los gladiadores, Saltillo no es Roma, lo habían alejado de los reflectores de su Roma.

Era 1999, su llegada apresuró la balcanización de la Diócesis de Saltillo desconocida para su antecesor, pero para el gladiador era mucha arena donde lucirse y los ofendidos con su designación operaron una campaña a nivel interno para que naciera la Diócesis de Piedras Negras. En quince años desde su arribo ha mantenido opiniones respecto a la situación social del estado, acostumbrado a la media nacional no fue para él problema hacerse de un espacio a nivel local, importó varios de sus operadores que trataron de cambiarle la cara a la Diócesis en temas como los grupos LGBTI,  portadores del virus VIH, capacitó a otros para realizar labor con los migrantes, además de cambios en el organigrama; los reflectores los tenia y los manejaba para intentar llenar un vacío que otras instituciones de la sociedad habían abandonado: los pobres. Su voz en temas políticos incomodó al priismo acostumbrado a la neutralidad de Villalobos, de repente, se encontraban con una institución que los desafiaba.

Quince años después, el obispo deja una institución en decadencia, el número de católicos se ralentizó por debajo del crecimiento demográfico según el último sondeo del INEGI, la expansión que vivió la Iglesia a partir de mayo de 1990 cuando Salinas recibió a Juan Pablo II al mismo tiempo que los diputados priistas y panistas privatizaban la banca para después saquearla, sufrió un freno. Quienes sí crecieron por arriba del catolicismo fueron sus rivales las sectas cristianas, lo hicieron apoyados desde el moreirismo pero también es cierto que, en los hechos, tres gobiernos estatales le hicieron favores millonarios a la Diócesis sin olvidar que en número de donantes, la Iglesia supera ampliamente a sus adversarios de la fe que están atomizados y con menor infraestructura.

Aun a pesar de enfocarse en los pobres y su evangelización, el número de fieles en ese estrato social sufrió una estagnación en quince años, sus adversarios se expandieron. La oferta de la Iglesia Católica no convenció a pesar de sus ventajas sobre las sectas cristianas principalmente, no les cobraba la entrada a los feligreses a sus templos, mientras en las sectas es obligatoria la cuota aun a los pobres, como en los clubes de golf.

El obispo Vera entrega una Iglesia Católica donde a pesar de promover la igualdad humana mencionando la teología de la liberación, no se decidió a implantarla en su institución, no combatió las castas que pululan en el sacerdocio, pues se acentuó la segregación en los relevos de la vieja guardia en las capillas y parroquias. En su gestión, solo los sacerdotes con dinero se repartían las parroquias, ellos mismos seleccionan las más lucrativas, en especial zonas que no sean del proletariado. El número de nuevos sacerdotes disminuyó pues las becas de viajes al Vaticano eran controladas a discrecionalidad y quedaban siempre en manos de la elite económica. En ese sentido, si se mimetizó con la tristemente célebre Diócesis de Piedras Negras y con la de Torreón a pesar de que en aquellas es clara su cercanía con el gobierno estatal en turno. Los servicios que otorga como casamientos, bautizos, confirmaciones y funerales subieron a costos por encima de la inflación, ahora la fe también atacaba la economía popular, las tres Diócesis de Coahuila se expandieron en comodidades como ampliación de sus inmuebles, las remodelaciones se las arrancaban al gobierno estatal, en tanto que convenios con CFE y sistemas de aguas para diferir pagos fueron una constante y eso en un estado donde la pobreza crece día a día no va acorde al discurso de justicia social del propio Vera.

Incluso en la labor con los migrantes que tanto ha sido mencionada por Vera pesa y mucho que la infraestructura que se les dedica sea pésima, pero los jerarcas de la Diócesis no dudaron en aceptar remodelaciones millonarias a Catedral y a plazas como la de San Francisco con cargo a los contribuyentes coahuilenses claro, tampoco las zonas rurales fueron prioridad para Vera, la edificación de nuevos inmuebles ahí sufrió en 15 años una recesión, no hubo una expansión considerable a pesar de los cientos de miles de feligreses saltillenses con sus respectivas donaciones y a los favores de los tres niveles de gobierno.

Al ofrecerse como mediador en los conflictos sociales en el estado, Vera acaparó más reflectores que ningún jerarca religioso en Coahuila, después de 15 años se mantuvo en el limbo, a veces se autoproclamaba activista social elevando sus entrevistas por el asunto de la mega deuda,  y recién el caso del basurero toxico de General Cepeda, su pastoral social con abogados prominentes siempre se mantuvo en silencio, en ambos casos prevaleció la inacción, Vera no fue a fondo con las atrocidades legales cometidas por el moreirismo y súbitamente desaparecía de escena regresando para llamar a la resignación, esa actitud no correspondía a su discurso defensor de los desprotegidos.

Su cercanía con el gobierno estatal que dispendiaba millones del erario para su institución, terminó por cobrarle factura, Vera como representante del Vaticano se negó a excomulgar primero a Humberto Moreira por firmar el decreto de pena de muerte que el exgobernador promulgó en el 2009 aun y cuando atentaba contra los principios católicos, la segunda negativa a la excomulgación  y más reciente, al actual gobernador Rubén Moreira  por la iniciativa de legalizar el aborto en el 2014, silencio sepulcral en meses, seguido de una visita navideña del gobernador y su comitiva priista a su casa aun y cuando estaba vigente la iniciativa anticatólica. Ausente también, en la legalización del divorcio incausado y en el reconocimiento a las relaciones extramaritales, desapareció junto a sus abogados y no la controvirtió en sintonía con el PAN.

Los resultados están a la vista y después de quince años Vera no respondió a las obligaciones hacia los feligreses de su Diócesis, menos aún para los contribuyentes coahuilenses quienes cargaron con algunos de sus gastos y ni que decir de aquellos ciudadanos que ensalzaban su oposición al moreirismo,  el gladiador no resistió el cambio, terminó lejos de Roma.

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